En 2008, el veterinario Gerardo Rodríguez trabajaba para un organismo gubernamental en Río Negro y en uno de sus viajes le tocó llevar a cabo un relevamiento entre los pobladores de la meseta de Somuncurá, un territorio inhóspito que se extiende por 25.000 kilómetros cuadrados en los departamentos rionegrinos de 9 de Julio y Valcheta.
La vida de Rodríguez siempre tuvo puntos de contacto con los caballos. Con pasado militar -alcanzó al grado de capitán- trabajó con caballos de remonta, formó parte del cuerpo de Granaderos y se desempeñó como veterinario en diferentes regimientos.
En 2007 dejó atrás la ciudad de Buenos Aires, en busca de la tranquilidad de Maquinchao, su pueblo natal en Río Negro.
En una de sus recorridas de trabajo por la meseta de Somuncurá, mientras relevaba el lugar, a lo lejos observó lo que a primera vista parecía un caballo transpirado, quizás algo cansado. Pero a medida que se acercaba, se sorprendió al ver un caballo con rulos.
Con la idea en mente de armar una tropilla con esas características, compró ese animal al que siguieron otros tres ejemplares. Ese fue el punto de partida de Yeguada Rodriguez, una empresa familiar que el veterinario leva adelante junto a su esposa, Andrea Sede.
En su sitio web, resumen en pocas líneas el espíritu de este emprendimiento: “Trabajamos día a día para lograr preservar a uno de los equinos más especiales del mundo: los caballos con rulos”.
Serán una de las atracciones de la Expo Nuestros Caballos 2024, que se desarrollará del 28 de febrero al 3 de marzo en La Rural de Palermo.
CÓMO SON LOS CABALLOS CON RULOS
En Estados Unidos, está raza es conocida como Bashkir Curly y en nuestro país, Rodríguez detalló que se denomina Crespo de la Meseta.
A primera vista, parecen muñecos de peluche gigantes, pero son animales por demás resistentes. Hay que tener en cuenta que pasan sus días en un entorno inhóspito, con temperaturas invernales que llegan a los 20 grados bajo cero.
Entre algunas de sus características, estos equinos se destacan por su carácter afable, docilidad y su gran capacidad de aprendizaje. Son muy pacientes, sobre todo con niños, personas miedosas y con capacidades diferentes.
En el caso de los machos, alcanzan su tamaño definitivo entre los seis y siete años de edad, con una alzada que oscila entre los 1,42 y 1,5 metros.
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Su rasgo distintivo es su elegante pelaje rizado, que crece entre los meses de abril y octubre. Son muy suaves al tacto y se ha comprobado que su pelaje presenta similitudes al mohair y hasta puede ser hilado.
Son animales mansos, rústicos e hipoalergénicos y por sus cualidades, son ideales para realizar equinoterapia, equitación de niños o simplemente disfrutar de su compañía.
RASTREANDO LOS ORÍGENES
Con la tropilla establecida, Sede recordó que a partir de 2016 comenzaron a rastrear información para conocer el origen de sus caballos.
“Fueron años buscando y no encontramos nada”, recordó. En ese rastreo por la web, encontraron en Estados Unidos una asociación denominada American Bashkir Curly Registry, que los derivó a la International Curly House Organization y sobre todo, a una figura clave para desentrañar el misterio: el Dr. Mitch Wilkinson.
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Este profesional entabló contacto con el matrimonio argentino y juntos comenzaron un largo derrotero para enviar muestras genéticas de los caballos con rulos. Durante meses planearon como superar el escollo que significaba enviar las muestras desde Maquinchao a Texas y si bien llegaron, no pudieron ser procesadas.
Ante esta situación, Wilkinson decidió viajar a nuestro país y recolectar el material de primera mano. Corría 2019 y los resultados fueron por demás impactantes: se descubrió que el gen que permite la mutación de rulos en estos caballos hallados en Río Negro, no contiene la misma carga genética que en Estados Unidos o en Rusia.
“Tienen una mutación única en el mundo y quedaron impactados de que encontráramos estos caballos en Sudamérica porque no existen y nadie tiene un registro”, detalló Sede y confirmó que la tropilla de “rulitos” que está en Río Negro es única en toda Sudamérica.
CUATRO POSIBLES ORÍGENES
Existen cuatro versiones sobre cómo llegaron estos ejemplares a nuestro país. La primera de ellas se remonta a 1536, cuando Don Pedro de Mendoza, gobernador de la colonia española, introdujo 100 equinos de trabajo y de guerra provenientes de Cádiz al territorio.
Tras la huida de los españoles, los caballos quedaron abandonados y comenzaron a reproducirse de a miles, poblando gran parte de la Argentina. Muchos años después, al regresar a la zona, observaron que los equinos de algunos sectores habían desarrollado el característico pelo rizado.
Una segunda teoría incluye una excursión llevada a cabo por el obispo franciscano Hernando de Trejo, que en una expedición realizada en el sur argentino entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII ingresó ejemplares de esta raza.
“También se cree que los templarios al traer el Santo Grial a la Meseta de Somuncurá lo hicieron montando estos caballos”, reconocieron en el sitio web de Yeguada Rodríguez.
La cuarta posibilidad nace a partir de una versión que menciona que estos caballos llegaron desde el norte, cruzando el estrecho de Bering y que eran originarios de la región rusa de Bashkiria. “Lo cierto es que se mantuvieron vivos y en manadas en las tierras inhóspitas, hostiles y poco pobladas de la meseta de Somuncurá durante muchísimos años”, concluyó Sede.