La pandemia de coronavirus sacó a la luz la dificultad de producir vacunas cuando hay una mayor demanda mundial. Es por eso que se buscan nuevas tecnologías para facilitar y abaratar el abastecimiento: es aquí donde aparecen las vacunas de origen vegetal.
La idea no es nueva. Las industrias de biotecnología vienen trabajando en esta alternativa desde hace 30 años pero nunca obtuvieron un marco legal hasta 2006, cuando el Departamento de Agricultura de Estados Unidos aprobó una vacuna a base de vegetales para una enfermedad que afecta a las aves de corral en Newcastle. Pero nunca llegó la aprobación para humanos.
El coronavirus rompió con esta racha. Medicago, una empresa canadiense que trabaja con biotecnología, aprovechó para comenzar a investigar una vacuna anti Covid-19 de origen vegetal, la cual ya se encuentra en fase III de los ensayos clínicos, y la Argentina fue uno de los países elegidos para la prueba.
“La industria de las vacunas de origen vegetal ha ido avanzado a paso lento pero firme. Hemos llegado a un punto en el que resulta factible y rápido desarrollar una vacuna anti Covid, así que, podríamos contar con decenas de millones de vacunas en los próximos seis meses más o menos”, explica Kathleen Hefferon, profesora de micro biología en la Universidad de Cornell, especialista en investigación de plantas y biotecnología agrícola.
El proceso de fabricación
Las plantas se cultivan en invernaderos que tienen calidad farmacéutica, evitan la entrada de todo tipo de plagas y se manipulan con dos brazos mecánicos.
Según explican desde National Geographic, funciona de la siguiente forma: por un lado, los brazos mecánicos recogen una bandeja con ejemplares jóvenes de un tipo de planta de tabaco. Ésta se vuelca en un recipiente de metal con líquido que contiene agrobacterias (que se introducen en las plantas de forma natural), en las cuales se introdujo una pequeña porción de ADN del virus de influenza o de Covid-19 y, cuando las plantas están sumergidas, se activa un vacío que succiona las raíces y produce que las hojas colapsen y se arruguen. A los pocos segundos, las hojas vuelven a abrirse y absorben el líquido con las agrobacterias, que se distribuye por toda la estructura vascular de la planta.
“Se trata de uno de los procesos más extraordinarios de la ciencia: la agro infiltración o infiltración por vacío”, afirma Brian Ward de Medicago.
Los costos estimados se creen que son bastante menores a los que se necesitan para fabricar una vacuna convencional, ya que no se necesita tanto lugar para los biorreactores y no se gastan millones de dólares en el tema del transporte, dado que no precisan cadena de frío ni ningún otro recaudo.
Según destacan los expertos, estas vacunas son las que ayudarán a enfrentar actuales y futuras pandemias porque tienen el poder expandir la producción para enfrentar la desigualdad en el acceso de vacunas, entre países ricos y pobres.