Los próximos 1 y de marzo, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (Usda) realizará su habitual outlook, un encuentro abierto donde se pasa revista a las grandes tendencias de los agronegocios y su impacto en la actividad rural de ese país.
El tema que dominará este encuentro será la bioenergía. Se hablará de los biocombustibles (el etanol es uno de los factores que está sosteniendo el alza del precio del maíz), pero también de la energía eólica, solar y del metano. Es más, el lema mismo del outlook es Energía, Agricultura y Política Rural.
El programa se continúa con los clásicos panoramas sobre el mercado de granos y productos pecuarios y dedica otra parte a tendencias en el consumo y en el avance tecnológico.
¿Cuál es el gran tema ausente en el congreso? La biotecnología.
Si revisamos el programa de 2000, cuando el lanzamiento de cultivos transgénicos se encontraba a pleno, el tema tenía un lugar destacado en la agenda. En ese año se hablaba de los nuevos cultivos genéticamente modificados que estaban por venir, de la respuesta de los consumidores, de las regulaciones en el comercio internacional, de la oportundidad para los agricultores, etcétera.
Pero este año hasta los temas científicos están vinculados con la utilización de los cultivos como fuente de energía. ¿Qué pasó con la biotecnología en el ínterin?
Se pueden aventurar distintas hipótesis, una de las cuales es la siguiente: la ingeniería genética aplicada a los cultivos ya tuvo su gran salto, dado por la resistencia a herbicidas (glifosato esencialmente) y a insectos. Ese salto fue cuantitativamente significativo no sólo porque cambió el paradigma tecnológico, sino porque tuvo un impacto mayúsculo en la economía de la producción agrícola.
De hecho, como indican distintos estudios (alguno de origen argentino) todo lo que hay detrás del amplio concepto de biotecnología agrícola en su gran mayoría corresponde a unas pocas características (resistencia a glifosato y a insectos) manejadas por unas pocas compañías.
Es decir, aunque se anuncie la llegada de nuevos transgénicos -en Infocampo de la semana pasada hablábamos de maíz resistente a Mal de Río Cuarto o soja resistente a sclerotinia- como cultivos resistentes a sequía, a enfermedades de origen fúngico o de perfiles nutricionales mejorados, es factible que su impacto no llegue a tener la magnitud de la RR o el Bt (resistencia a insectos).
Algo de esto, pero aplicado al negocio de los agroquímicos, es lo que piensa un empresario del sector con quien tuve la oportunidad de conversar durante la semana: las nuevas tecnologías tienen que demostrar ser más eficientes y económicas que las existentes, con lo cual su probabilidad de ocurrencia disminuye en el tiempo.