El interés de los ganaderos argentinos por comprar campos en el Uruguay no obedece sólo a la tentación de producir y exportar sin pagar retenciones. “Somos un país pecuario; tenemos 3 M de habitantes y 24 M de cabezas, sumando ovinos y vacunos”, expresó recientemente José Mujica, el ministro de Ganadería de Tabaré Vázquez. De un total de u$s 3.500 M anuales de exportaciones nacionales, la carne abarca cerca de u$s 800 M. Uruguay se ha esforzado por dar al mundo una imagen de responsabilidad sanitaria. El plan de trazabilidad, por medio de un doble caravaneado que se acaba de poner en práctica, contribuye a enviar un mensaje coherente con esa política. Tal vez por eso México decidió hacer una excepción y reabrir su mercado a pesar de su política de no comprar carnes a países libres de aftosa con vacunación. Claro que no todo es color de rosa. Las carnes uruguayas pagan altos aranceles para ingresar a los Estados Unidos. “Es ridículo que un paisito como el Uruguay le pague el 26% al gobierno de Bush para poder entrar. A pesar de eso, nos conviene, aunque yo preferiría entrar en Japón o en Corea”, señaló Mujica. La cría sigue siendo el talón de Aquiles de la ganadería uruguaya.
“Uruguay no tiene el potencial de fertilidad de buena parte de la Mesopotamia argentina”, reconoció el ministro. El actual auge exportador uruguayo podría poner en peligro la sustentabilidad del planteo ganadero. El año pasado, el propio Mujica propuso -infructuosamente- prohibir la faena de vacas preñadas.
