A nivel global, la demanda de sustentabilidad por parte de los consumidores es cada vez mayor. En este contexto, las exigencias comerciales escalan y presentan nuevos desafíos al sector agropecuario, como la necesidad de lograr lo que se denomina Declaración Ambiental de Producto.
En el caso de los consumidores europeos, tienen una alta demanda ambiental en relación a los alimentos y, en lineas generales, la postura ante la producción ganadera suele ser hostil.
De esta manera, se convierte en un aspecto clave contar con estudios y certificaciones que permitan mostrar la trazabilidad completa, desde el campo hasta la góndola, y comprobar que la ganadería no contamina y, por el contrario, es neutra en huella de carbono.
DECLARACIÓN AMBIENTAL DE PRODUCTO
En esta línea se inscribe una novedad conocida en las últimas horas: en un campo ganadero de Entre Ríos, especialistas del INTA y el INTI llevaron a cabo un estudio que permitió conseguir la primera Declaración Ambiental de Producto (EPD, por su sigla en inglés) para un toro.
Hasta ahora, ya se habían logrado EPD para frigoríficos, pero no específicamente para un animal.
El trabajo se llevó a cabo en la estancia San Esteban, ubicada en el noreste de la provincia mesopotámica.
En el establecimiento se lleva a cabo un planteo de ciclo completo en 3.604 hectáreas, de las cuales 2.391 son monte nativo con pastizal natural mejorado, 1.213 hectáreas son de pasturas implantadas (509 son verdeos de invierno) y 168 hectáreas se destinan a la producción de granos para alimentación animal
La vegetación nativa incluye el monte natural, que se conserva en situación prístina, sin deforestación ni cambios en el uso de suelo en los últimos 20 años.
SUSTENTABILIDAD GANADERA
En este marco, el estudio del INTA y el INTI consiste en un eco-etiquetado que releva 10 impactos ambientales, que abarcan desde el origen de todos los factores de producción hasta la salida del animal en la tranquera. El estudio se llevó a cabo con un ejemplar de la raza Angus.
“Se trata de uno de los sistemas de certificación más exigentes del mundo que permitirá respaldar la sostenibilidad y prestigio de la carne argentina frente a las exigencias del mercado internacional”, señalaron desde el INTA.
Dentro de estos 10 impactos ambientales que incluye este eco-etiquetado, se destaca la huella de carbono. Cuando se tiene en cuenta el sistema de producción, la remoción de carbono o secuestro de carbono que hay en un manejo silvopastoril, con pasturas perennes, se llega a una quita de 1,77 kilos de dióxido de carbono equivalente por cada kilo de peso vivo.
Para el cálculo del impacto ambientan se asumió un rendimiento de 2,71 kg de peso vivo animal por cada kilogramo de carne envasada deshuesada, y un porcentaje de asignación del 94,07 % para la carne, con respecto a los subproductos.
¿EMISIONES O SECUESTRO?
Según el trabajo del INTA, el principal punto crítico de emisiones es la emisión de metano por fermentación entérica (80,8 %), seguido por la producción de alimento en las distintas etapas cría, recría y engorde (14,1 %) y en tercer lugar las emisiones por gestión del estiércol, con un 4,5 %.
Al considerar la remoción de carbono en el sistema ganadero silvopastoril, el balance fue de -1,77 kilos de dióxido de carbono por cada kilogramo peso vivo en la tranquera del campo.
En otras palabras, el informe asegura que la producción de ese novillo no solo no aumenta la huella de carbono, sino que lo secuestra.
Alejandro Radrizzani, del INTA, destacó que esta información complementa los trabajos que se realizan en el marco del proyecto “Emisiones de Gases con Efecto Invernadero y Secuestro de Carbono en Sistemas Agropecuarios y Forestales”.
En ese proyecto se mide el balance de carbono en sistemas ganaderos en diferentes puntos del país, que incluyen planteos bovinos de carne y lechería y ovinos, tanto en sistemas a cielo abierto como silvopastoriles.