La educación es un derecho humano básico, un elemento central para el desarrollo y un pilar fundamental para encaminar a un individuo y a una Nación hacia un futuro próspero.
La escuela es el lugar donde se dan las herramientas para forjar profesionales, incrementar las oportunidades de empleo, la productividad y el bienestar social. Parafraseando a Borges, la educación no es un instrumento infalible (ninguno lo es), pero es el más precioso de todos. Tal vez sea el único.
En este sentido, el papel que juega la educación, tanto en zonas rurales como urbanas, es de suma importancia y trascendencia, incluso irremplazable. La educación, además, es un espacio de contención, aprendizaje, vinculación, acceso a los recursos tecnológicos, herramienta fundamental para reducir brechas sociales y transformar la realidad.
En este escenario, las escuelas rurales, en particular, constituyen una etapa clave en la formación de un sinnúmero de niños que residen en pueblos alejados de los grandes centros urbanos. Cabe traer a colación las palabras del presidente de la Sociedad Rural Argentina, Daniel Pelegrina, quien en una reciente charla manifestó: “Nunca me voy a olvidar de las herramientas que me dio la educación rural”.
Hoy es casi imposible pensar en una frase como la del presidente de nuestra entidad, ya que en los tiempos que corren estos espacios no son atendidos con la responsabilidad y el compromiso que se requiere, en pos de bregar por un sistema educativo a la altura del país que soñamos. En este sentido, advertimos que en los últimos años (o décadas) no se han planificado, y menos aún ejecutado, políticas públicas tendientes al desarrollo y fortalecimiento del sistema educativo. En efecto, es el Estado —en sus distintas esferas— quien debe garantizar el derecho a la educación y, al mismo tiempo, potenciar el desarrollo rural, y garantizar el acceso efectivo a la educación de quienes residen en zonas rurales, tal como estipula la Convención de los Derechos del Niño.
Tenemos que destacar el esfuerzo que realizan profesores, particulares, padres, instituciones y gobiernos provinciales para hacer posible que cada niño pueda acceder a la educación, pero esto debe ir acompañado de políticas públicas adaptadas a las necesidades de la actualidad y con un plan de estudios que se renueve año a año.
Uno de los problemas fundamentales que se evidencia es la falta de postulaciones de docentes y la deserción de alumnos, que se ven desmotivados por el mal manejo de las infraestructuras en los colegios, las dificultades para llegar y, hoy en día, la enorme dificultad de acceder a la conectividad que tienen varias escuelas. A ello se le añade la poca cantidad de recursos con los que cuentan algunos municipios, mediante los cuales, de haber suficientes, se podría garantizar el acceso efectivo a la educación a través de distintas herramientas, por ejemplo, asegurando el traslado de los niños desde su hogar al colegio y su regreso.
Como es de suponerse, quienes asisten a establecimientos educativos ubicados en zonas rurales se ven obligados a recorrer importantes distancias (inimaginables para quienes residen en la urbe), a lo que se le suman las dificultades que provocan las fenómenos climáticos (lluvias, nevadas), el mal estado de los caminos rurales, que agravan aún más el panorama descrito. Sin perjuicio de aquello, y otros tantos problemas coyunturales y estructurales, cientos de alumnos, con el acompañamiento de sus padres, le hacen frente a tales adversidades, a fin de poder llegar a la escuela.
La situación se torna aún más crítica al advertir que muchas de las estructuras que están habilitadas para funcionar como colegios rurales se encuentran en estado deplorable o, incluso, abandonadas. Esta desatención deja en exposición al Estado, porque tanto alumnos como docentes quedan vulnerables y desamparados, máxime si tenemos en cuenta que muchas de estas escuelas funcionan como alojamiento, debido a que no se les posibilita un traslado digno desde sus casas a estos lugares.
A esta altura, es importante mencionar que de acuerdo al Censo Agropecuario 2018 de las EAP (Explotaciones Agropecuarias), sólo un 35% de los niños tienen acceso a internet, y un 34% utiliza computadora. Esto demuestra que existe una demanda de conectividad, imprescindible en los tiempos que corren. En efecto, cabe preguntarnos: ¿se puede pensar hoy en un colegio sin acceso a internet o sin una computadora? ¿Acaso esto no acrecenta la brecha entre una escuela rural y una de la ciudad?
La realidad que nos interpela es distinta. Los tiempos cambiaron, pero la situación en las escuelas rurales sigue siendo la misma.
Frente a la situación sanitaria que está atravesando el mundo, muchas actividades se vieron obligadas a detenerse, pero afortunadamente, la educación continuó. La necesidad obligó a salir adelante de formas alternativas, acudiendo a los medios tecnológicos, sirviendo de herramienta para dar continuidad a la formación de los niños y adolescentes. Es así que ponemos en discusión un tema tan relevante como la conectividad, la cual se ha vuelto una necesidad básica, elemental e imprescindible, dejando de ser un mero medio de diversión o esparcimiento.
La coyuntura actual ha ensanchado la brecha entre la educación de los centros urbanos y la educación rural. De esta manera, cabe preguntarnos: ¿Cuándo llegará el día en el que las escuelas rurales también sean consideradas en los planes económicos, políticos y culturales? ¿Hasta cuándo tendremos que ver el abandono a los estudiantes y docentes en zonas rurales?
En consecuencia, para poder potenciar el arraigo, el federalismo y la educación necesitamos replantearnos la importancia de que niños y adolescentes de las zonas rurales puedan acceder a las escuelas y lograr así que se sigan promoviendo los valores de libertad, de vida, de trabajo y de compañerismo como parte de una socialización primaria necesaria. Para ello, se requiere que sea un compromiso de todos como sociedad.