Esta campaña, la siembra de maíz comenzó con bajas precipitaciones y temperaturas frías, es decir, con todas las características de un invierno extendido. Algunas zonas de la región central fueron las más beneficiadas para encarar la labor de manera tempana y otras aun tienen mucho retraso, como es el caso del sudeste cordobés.
Sin embargo, esas primeras buenas condiciones tampoco fueron tan favorables. Actualmente, muchos maizales tempranos evidencian mucha desuniformidad de emergencia, en varias zonas, lo que afecta tempranamente el rendimiento potencial.
Infocampo dialogó con el especialista en cultivos de granos de la cátedra de Cerialicultura de la Facultad de Agronomía (UBA), quien aclaró que mantener el plan de siembra de maíz temprano, por fuera de la fecha óptima de siembra, no afecta tanto el rendimiento potencial del cultivo, como lo que aumentan los riesgos para etapas posteriores. Esto es clave para decidirse por sembrar una fecha temprana versus una tardía.
“El cultivo de maíz es muy sensible a las condiciones inciales”
“Seguir sembrando maíz de primera muy tarde expone al cultivo a condiciones ambientales más restrictivas, de finales de diciembre y comienzo de enero, coincidentes con el período crítico del cultivo. A la vez, queda expuesto a mayor presión de plagas que, según la genética adoptada, ese cultivo puede estar más protegido o menos”, dice Satorre, respecto al contexto biótico y abiótico.
Teniendo en cuenta, el experto aconseja la posibilidad de “abandonar, eventualmente, el planteo de siembras tempranas a siembras tardías”, en el caso de que la fecha de siembra sigue atrasándose hacia finales de octubre.
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Siguiendo con el análisis y agregando aspectos que agregan certidumbre al manejo, Satorre explica que, si el contenido hídrico del perfil es bajo, lluvias de pequeña magnitud no ayudan a revertir e instalar condiciones para la siembras en fechas tempranas. Al respecto, sostiene que el perfil hídrico debe ser un continuo de humedad en el que, luego de los 25 centímetros de profundidad, debe existir al menos, un 80 por ciento de la capacidad de campo. Esto aporta seguridad de siembra.
“El cultivo de maíz es muy sensible a las condiciones inciales. Si éstas son adversas dan lugar a desuniformidad en los tiempos de emergencia, que se pueden convertir en fallas de emegencia y, por tanto, desuniformidad en espacial”, comenta. De ocurrir desuniformidades en el maizal hay una competencia despareja por los recursos, generando algo habitual dentro del plantío que se trata de que unas plantas dominan sobre las otras.
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Al igual que en otros cultivos, la disponibilidad hídrica de los suelos explica gran parte de la productividad final del cultivo, espefica el experto.
En el caso de productores que ya tienen la semilla, hay dos cuestiones importantes a tomar en cuenta, adelanta. “Algunas de las semillas que el productor tiene en su poder son híbridos de alta productividad, pero lo que hay que considerar, de cada caso, es la estabilidad del material y la protección sanitaria ante ciertas plagas”, recomienda.
Con semilla para siembras tempranas, el productor está bien cubierto respecto a la tolerancia de enfermedades, como el Mal de Río Cuarto. Sin embargo, esta vigencia se pierde si las siembras se retrasan y los estados tempranos caen durante el mes de noviembre. De tomar la decisión de sembrar el mismo híbrido de siembras tempranas que atrasadas, el productor deberá intensificar el monitoreo contra ciertas plagas.
Respecto a la nutrición, Satorre sostiene que tanto las fechas tempranas como las tardías requieren la misma atención de la fertilización, sus requerimientos son semejantes. Los potenciales de rendimiento de los tardíos son levemente inferiores a las fechas de primera, con lo cual hay ajustar dosis y fuente para que el cultivo rinda al máximo.