Mendoza, de a poco, va cambiando el paisaje de sus cultivos. Ahora, gran parte de sus frutales y viñedos parecen escondidos bajo enormes mantos de tela antigranizo cubriéndolos para protegerse del flagelo de la “piedra”.
Se trata del “tejido monofilamento del polietileno de alta densidad, baja presión, de color negro o blanco con certificación de tratamiento ultravioleta”, según la definición que le da la Ley N° 25.174, que exige resistencia de impacto mínima de 20 mm de granizo a 40 m/seg; sombreo máximo del 20% y vida útil no inferior a 7 años. Siempre sometida a control de calidad que supervisa y certifica el INTI. El primero en colocar esta malla en Cuyo fue el ingeniero Luis Di Césare (hoy asesor de la SAGPyA), en 1982, año en que comprobó en la estación experimental del INTA en Rama Caída, San Rafael, que la misma tormenta que destruyó los cultivos de la zona dejó casi inmune a sus plantas protegidas por la malla. Hasta el gobernador viajó a conocer el fenómeno importado de Europa. Di Césare anticipa que “toda esta zona no en mucho tiempo más se va a identificar por la protección antigranizo con malla porque el productor no se puede arriesgar a perder un capital; debe brindarle seguridad al cultivo”.
Sostiene que deben conjugarse los tres elementos que propone el gobierno provincial: “la malla, el seguro agrícola y el control de las nubes graniceras con aviones”. La malla es costosa “porque la pasta, hecha a base de petróleo, es cara y debe ser importada”, explica. Así, para cubrir una ha, la inversión ronda los $ 30.000 (40% es el costo de malla, 20% mano de obra, 20% madera, 12% alambre y 8% plásticos y anclajes). La cobertura protege “entre un 85 y un 95%”.
Cristian Pérez Barceló
Corresponsal de Infocampo en Mendoza