Los números de la Secretaría de Agricultura, referidos a la exportación de granos muestran una curiosidad. En 2005, 16 compañías fueron responsables de la exportación de las 9,97 millones de toneladas de trigo que salieron desde los puertos argentinos hacia el exterior.
En 2006, con una exportación de 9,38 Mt, ese número saltó a 46, casi el triple. Si bien la concentración se mantuvo en niveles similares, en lo que respecta a las grandes compañías exportadoras, aparecieron un sinnúmero de pequeñas empresas, habitualmente sin presencia en el comercio exterior, con volúmenes en torno a las 30.000 toneladas.
Empresas como Molinos Cañuelas, Gear, Fernández Candia, Cía. Argentina de Granos, Los Grobo, Tomás Hnos. o Graneles de Argentina aparecen en los registros de la Sagpya sumando unas 365.000 toneladas, alrededor de la mitad de lo que exportó Nidera, una clásica trader.
¿Cuál es el motivo de este fenómeno? Operadores del comercio granario no dudan en apuntar a la excelente rentabilidad que dejó la compra de trigo en el mercado físico, donde el precio aparece “pisado” por la política oficial antiinflacionaria, y venderlo a los importadores de terceros países.
Aun no siendo tan competitivo en este negocio como lo son Cargill, Bunge o Dreyfus, el negocio cerró con una rentabilidad por encima de los 20 dólares la tonelada.
Así, hasta el hecho de llenar una bodega de un buque cerealero era rentable, ni hablar de un barco de 25.000 toneladas, que dejaba un margen superior al medio millón de dólares. Este contexto es el que seguramente habrán visualizado en empresas vinculadas al acopio como Tomás Hermanos de Carlos Casares o Rural Ceres en la zona Mar y Sierras de Buenos Aires, para anotar exportaciones en torno de las 15.000 toneladas. Sin dudas, las inusuales condiciones del mercado local han permitido esta situación.
En el otro extremo, los productores siguen bregando, por medio de sus entidades, por acceder a un precio lleno (descontadas las retenciones) para el trigo. En este sentido, la propuesta oficial de compensar a quienes vendan a la molinería hasta un precio similar al FAS teórico fue recibida con escepticismo. Lo que quisieran los productores es un mercado sin interferencia.
Javier Preciado Patiño