“Nos ocupamos tanto de lo más difícil -que fue lograr la imagen del producto- que nos olvidamos de la parte más sencilla: administrar lo que eso ha generado”. La frase, que en el sector lácteo se le atribuye a Pascual Mastellone, histórico referente de La Serenísima (fallecido en agosto de 2014), es rememorada por más de un analista de esta rama de actividad. En particular, cuando se aborda el delicado estado de situación de esta empresa -emblema de la lechería argentina- que hoy día se asemeja peligrosamente a la de “pseudo-quiebra” de su rival SanCor. Esta última viene de desprenderse de su negocio de yogures, postres y flanes, que pasó a manos del grupo agroindustrial Vicentín, previo pago de 100 millones de dólares, según consigna un artículo de iProfesional.
La firma que comandó Mastellone tomó una decisión similar hace muy poco, en abril de este año, cuando dejó en manos de Arcor y de su socia Danone (a través de Bagley) el 25% del capital accionario de La Serenísima. Más aun, Arcor mantiene en su poder la opción para concretar la compra total de la láctea en el transcurso de los próximos cinco años.
A ojos de analistas y empresarios del sector, esta operación debe leerse como un “manotazo de ahogado” por parte de la láctea que, del mismo modo que SanCor, enfrenta pérdidas millonarias desde hace al menos una década.
Para entender la gravedad de la situación financiera que afecta a La Serenísima basta saber que:
-En 2014 cerró con un rojo de $518 millones.
-En 2015, su quebranto superó los de $300 millones.
“El primer trimestre de 2016 también fue negativo, al menos en términos productivos”, sostuvo a iProfesional Manuel Ocampo, titular de la Asociación de Productores de Leche (APL). “Si uno repasa los números de procesamiento de leche de los últimos tiempos, observa que La Serenísima va camino a una crisis similar a la de SanCor, si es que no avanza en una rápida reestructuración”, enfatizó.
Los números que dan cuenta del rendimiento de La Serenísima –en cuanto a millones de litros procesados- son más que elocuentes:
En 2013: 440 millones.
En 2014: bajó a 434 millones.
En 2015: descendió a 407 millones.
En 2016: se desplomó a 383 millones.
En otras palabras, el nivel de procesamiento se precipitó un 15% en tres años, en contraposición a costos laborales y de estructuras que no han parado de subir.Los analistas consultados por iProfesional remarcaron que la compañía no expone números más desfavorables sólo porque periódicamente recurre a la opción de desprenderse de parte de sus activos. “Es una empresa que los referentes de la actividad lechera la ven en un claro y paulatino proceso de desguace”, advirtió Ocampo.
En su visión, “La Serenísima muestra -al igual que Sancor- evidentes problemas derivados de un capital humano desbordado y de un escenario de precios adversos”. En diálogo con iProfesional, Hugo Biolcati, ex presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), coincidió: “Es una empresa ineficiente”. El directivo consideró que “deberá racionalizar buena parte de su operatoria para poder seguir en funcionamiento. Si no lo hace, lo más probable es que termine en manos de otros”.
Tamaño desmedido
Como ocurre con SanCor, uno de los aspectos que mejor explica el pobre rendimiento de La Serenísima se visualiza en la capacidad ociosa de sus plantas. Puesto en cifras, podría procesar hasta 7 millones de litros de leche por día. Sin embargo, hoy apenas supera los 4 millones. En términos de producción, no crece desde hace más de 20 años. A punto tal que sus números de hoy día son casi similares a los de la década del 90. “Tenemos que recuperar años de historia. Se nos han escapado de las manos y han hecho a la industria ineficiente”, reconoció José Moreno, actual CEO de la compañía. En combinación con SanCor, la empresa presenta indicadores que explican claramente por qué esta actividad expone una performance preocupante.
“Una potencia lechera, como Nueva Zelanda, emplea unas 12.000 personas con las que genera 22.000 millones de litros anuales. Aquí, con el triple de empleados (35.000), se produce menos de la mitad. La Serenísima es un caso paradigmático”, precisó Ocampo. Esta complicación, que es propia de la compañía, se da en un contexto que agrava aun más la situación, ya que los precios internacionales se vienen comportando de modo desfavorable.
A ese combo se suman otras cuestiones propias de los efectos negativos que han dejado las políticas implementadas por el kirchnerismo durante varios años. “La cadena se ha transformado cada vez más en una esponja para los productores y los procesadores de leche”, dijo Daniel Villulla, gerente de Caprolecoba, la cámara que nuclea a los elaboradores de la cuenca oeste bonaerense.
En diálogo con iProfesional, sostuvo que así como La Serenísima “hace malabares” desprendiéndose de unidades o dejando que terceros entren en su capital, todo el sector enfrenta un escenario de crisis que en algunos casos se traduce en firmas que están en situación de bancarrota o insolvencia. “Ni siquiera el clima ayuda. Hay un desplome en la cantidad de leche que reciben las empresas, los animales se mueren, los caminos son un desastre. Todo esto derrumbó la capacidad de procesamiento”, disparó.
A la hora de argumentar sobre la delicada situación financiera y los números en rojos de La Serenísima, Villulla expresó que “este es el resultado de tener una planta enorme, personal numeroso y productos que no llegan donde tienen que llegar”. La sumatoria de complicaciones también queda reflejada en el precio final del litro de leche que deben pagar los hogares argentinos, según cifras que manejan organizaciones como APL. Como puede observarse, con cada compra debe pagarse no sólo por el valor de la materia prima, sino también por la ineficiencia industrial y la falta de productividad, lo que termina elevando sustancialmente precio final. Estructuras demasiado onerosas, tamaño excesivo, costos en alza, precio internacional amesetado, inclemencias climáticas. Todo esto se combina para pintar un presente muy complicado para el sector en general.
“La Serenísima no presentó patrimonios netos negativos en más de una ocasión porque apeló a la técnica de ir efectuando distintos revalúos”, afirmó Ocampo. “Caso contrario –añadió-, hubiese terminado con ejercicios en rojo en más de una oportunidad a lo largo de la última década”.
Pese a que la venta a Arcor de una parte de su capital le dio a la compañía algo de oxígeno, aun mantiene una deuda importante que se agrava por el bajo rendimiento de sus recursos. “Si una empresa procesa 800 litros diarios por empleado mientras que las líderes del mundo sextuplican esa cifra, ya que están en unos 5.000, claramente se está ante un grave problema. A largo plazo, ninguna espalda financiera resiste algo así”, advirtió.
Villella y Biolcati coincidieron en que lo que ocurre con las dos principales lácteas no hace más que exponer una crisis que se presenta con final incierto. Según estudios de entidades vinculadas con el negocio lechero, la actividad creció apenas 30% anual en los últimos 16 años.
“La Serenísima hoy representa una porción bastante baja del stock nacional de leche. No llega a los 1.400 millones de litros por año, siendo que la Argentina genera 11.000 millones anuales”, destacó Ocampo.
Drama general
La situación de crisis supera al caso La Serenísima y el efecto derrame golpea a otras industrias. Especialmente, a las vinculadas con la producción de leche en polvo. Esto, por efecto de un mix que combina un mercado internacional deprimido y el desplome de la producción.
Ester Fagiano, directora de Federación Agraria (FAA), precisó que “varias industrias atraviesan una situación sumamente compleja en términos financieros”. La experta aseguró que “la falta de leche es una realidad” y destacó que en los últimos meses la disponibilidad de esta materia prima cayó más de un 50% por razones de índole climática y logísticas.
Fagiano dio por sentado que este faltante de leche desembocará en un escenario de plantas con alta capacidad ociosa. Luciano Di Tella, de Apymel –Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas– sumó a Ilolay y a la canadiense Saputo al listado de compañías con problemas financieros. Además, aseguró que este año, de continuar el problema con las lluvias y no mejorar las condiciones de transporte y pago de los productores, se despacharán al mercado apenas 7.500 millones de litros. En otras palabras: la industria sólo podrá abastecer la demanda doméstica. Así, Di Tella dio como un hecho que “este año se exportarán menos lácteos”.
Los números oficiales son elocuentes al respecto: las ventas al mundo suman hasta el momento u$s250 millones, un 30% menos que en igual lapso de 2015. Golpeada en el frente externo e interno, la industria láctea argentina se ha convertido en un gigante ineficiente que necesita avanzar con celeridad en una reestrcuturación importante para evitar el colapso.