Sin dudas, el trigo marcó la agenda del agro en este primer mes de 2008. Y cuando desde Brasil presionaban con la quita del Arancel Externo Común al trigo de origen extra Mercosur (cuyo principal efecto sería bajar la paridad de importación en los puertos brasileños) apareció el anuncio de la Secretaría de Agricultura argentina de que se reabriría el registro de exportación de trigo y también el de maíz.
Pero hay otro aspecto importante detrás de este anuncio.
Ya se asume que en este 2008 la molinería argentina demandará unas siete millones de toneladas de trigo para su consumo, contra cerca de seis que procesó en 2007, y contra algo más de las cinco que figuran en los registros oficiales (blanco) del sistema.
Entre que se vaya el trigo tal cual, como un commodity, o que se exporte un producto procesado, embolsado, enriquecido con vitaminas y minerales, diferenciado por uso y con marca, no debiera quedar dudas de qué le conviene a la Argentina: la harina.
Este crecimiento esperado de casi el 15% en el procesamiento de trigo, por parte de los industriales argentinos, viene de la mano de la competitividad de la industria en los mercados externos, mal que les pese a los molineros brasileños.
La jugada de Agricultura fue inteligente, pues negociaron la reapertura del registro a cambio de levantar el precio. Y no le dieron a los exportadores “fuego libre” sobre el registro, sino cuotas de 400.000 toneladas mensuales, como para ir monitoreando qué pasa en el ínterin con el abastecimiento del mercado argentino.
Sólo con el rumor que comentábamos en esta sección del semanario anterior, las pizarras del trigo saltaron de 575 $/t, el viernes 18, a 650 $/t el miércoles 30. Una suba del 13% en poco más de una semana, que acerca al precio lleno menos retenciones que reclaman los ruralistas.
Fue inteligente la jugada, no sólo porque lograron levantar el precio del cereal, sino porque también el Estado evita tener que completarle ese precio lleno al productor, mediante compensaciones.
Es vox populi que la Oficina Nacional de Control de Comercio Agropecuario, responsable de los reembolsos, se encuentra saturada por las miles de presentaciones de los productores de trigo para que les completen el precio.
Pero si la exportación levanta el valor, entonces se le complica a la molinería.
La industria tiene un acuerdo de precios por la harina con la Secretaría de Comercio, que en teoría es para mantener a raya el aumento de los panificados y por ende la inflación.
Para ello, se le reconoce a la molinería que lo que pague de más por encima de $370 la tonelada se le devuelve vía compensaciones de la Oncca.
Pero si el trigo se va a $700, entonces lo que la industria está pagando por encima del precio de abastecimiento es casi del cien por ciento.
Por más que las compensaciones estén operando a régimen con los molinos, hay un desfasaje de 60 días promedio, que los industriales deben soportar financieramente.
De ahí que Alberto España, titular de la Federación Argentina de la Industria Molinera esté reclamando un sistema de apalancamiento financiero para la actividad.
Tampoco es menor el número que hay manejar en materia de compensaciones. Con 4,4 Mt de trigo molidas, con destino a mercado interno (la exportación está excluida), una diferencia de $330 por tonelada a devolver significaría nada menos que $1.452 millones. El ministro Lousteau debería ir tomando nota de este número, que es mayor al originalmente presupuestado.
