El año pasado el INTA presentó el mapa de necesidades nutricionales de los suelos. Un documento muy valioso para la producción agropecuaria argentina.
Entre los datos destacados, el informe hace referencia a dos nutrientes que, pronto, serán clave: el potasio y el magnesio.
“En magnesio, se espera una situación de escasez entre los próximos cinco y ocho años, mientras que los niveles de potasio llegarían a marcas de alerta entre los próximos cuatro y 16 años”, citaba el documento.
Fertilizar Asociación Civil comenzó a recorrer diferentes zonas agrícolas del país, realizando ensayos de investigación, en las cuales está quedando demostrado que las deficientes de potasio son un tema urgente.
Infocampo viajó hasta la localidad de Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos, una de las zonas más comprometidas con la deficiencia de este nutriente.
La Asociación está evaluando la respuesta de la soja y maíz de primera, y de soja de segunda en tres sitios del Litoral al agregado de cloruro de potasio. Martín Díaz Zorita, director del Comité Técnico de Fertilizar participó del encuentro, resumió algunos datos clave como que los materiales originarios de los suelos pampeanos contaban con una alta dotación del nutriente en la condición natural. Sin embargo, esto viene cambiando desde la práctica de la agricultura en la región.
“En la medida que nos movemos de oeste a este o hacia la región mesopotámica, la condición inicial de potasio disminuye naturalmente. Con la intensficación productiva, la frecuencia de respuesta al agregado de fertilizante es mayor en esta zona. Como vimos en la recorrida, la sintomatología de la deficiencia ya se observa en el cultivo”, dice, agregando que, en el resto de las zonas productivas -hacia el oeste del Río Paraná- la falta de potasio todavía es lejana, pero no hay que descartarla como posibilidad cierta en unos años. Para esta gran zona, otro catión es más problemático: el magnesio.
Volviendo al potasio, el experto advierte que las hojas inferiores del cultivo muestran los primeros síntomas con marchimientos (pardos-amarillos intensos), los cuales se inician desde los bordes hacia el centro (Ver Foto). Las hojas, además, comienzan a “acartucharse” (se pliegan) con mayor rapidez, respecto la situación óptima.
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“El ajuste fisiológico implica que la planta esté menos tiempo fotosintetizando, afectando directamente la producción y el rendimiento”, admite. De acuerdo a lo que detalla, el potasio vuelve en un 80% con los rastrojos de los cereales, mientras que solo un 40% en el caso de la leguminosas, como la soja.
Considerando que la planta acusa la deficiencia de potasio, Diaz Zorita aconseja que el productor, para este nutriente, debe acostumbrase a hacer muestreos foliares para conocer sobre la deficiencia con precisión.
“De acuerdo a la bibliografía internacional y lo que vemos que sucede en Uruguay, donde hay experiencia con este nutriente y ellos si aplican, la recomendación es 100 a 120 kilos de cloruro de potasio por hectárea. Es un nutriente que hay que manejar cultivo por cultivo y ser muy cuidadosos con el manejo de la fuente porque es una sal que puede interferir negativamente en la implantación. Por ello, la recomendación es aplicarlo presiembra”, manifiesta.