La Fundación Bunge y Born otorgó un “Premio Estímulo” a Lucas Garibaldi por sus aportes científicos en el área de ecología aplicada a los alimentos.
Garibaldi es Ingeniero Agrónomo de la Facultad de Agronomía de la la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y especialista en Ecología. Hace ocho años es investigador del CONICET y desde hace cuatro dirige el Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural (INRAD) ubicado en Bariloche. El “Premio Estímulo” de la Fundación Bunge y Born es uno de los reconocimientos más importantes del área científica, que este año premió los aportes científicos del área de Ecología.
“Cuando comencé la carrera científica busqué problemas que no estuvieran resueltos y que no hubiese muchos grupos trabajando en eso” dijo Garibaldi a la prensa del CONICET. Así llegó al campo de la agroecología. “Mi interés se concentró en uno de los principales problemas del mundo que está afectando la calidad de vida de las personas: cómo producir sin destruir el medioambiente” aseguró.
“Me fui a vivir a Río Negro porque me gusta vivir más en contacto con el entorno más natural. Y Bariloche es como un Silicon Valley de Argentina: es una ciudad no tan grande, en un entorno natural hermoso, con un montón de universidades y capacidades académicas. Acá hay físicos, biólogos, agrónomos forestales”, comenta Garibaldi, que también tiene una fuerte vocación docente que mantiene desde hace 19 años de manera ininterrumpida entre la facultad y los cursos.
La investigación que Garibaldi encabeza en el sur del país consiste en aplicar conceptos de ecología a la agronomía. El área, diez años atrás, no tenía demasiado desarrollo ni aplicación, pero hoy está en plena expansión. “Cuando uno piensa en tecnologías y cosas nuevas no es solo aparatos caros y cosas de laboratorio: dentro de la ecología también hay mucha tecnología, que se llama tecnología de procesos y se aplica para aumentar la productividad y promover un cambio en la manera en la que se produce para mejor”, explica el investigador.
“Hoy, más producción implica más destrucción de la diversidad biológica, pero nosotros encontramos que contrario a lo que se piensa, promoviendo ambientes más saludables se puede producir más al mismo tiempo”, asegura el director del INRAD y da el ejemplo de los polinizadores: “Los ambientes naturales y seminaturales en paisajes agropecuarios, por ejemplo, no solo se fomentan industrias como la apicultura, sino que además eso promueve la diversidad de polinizadores, que son animales que visitan las flores de los cultivos. En ese visitar, mientras se mueven de una flor a otra, transportan polen, y ese polen contribuye a la formación de los frutos y las semillas que nosotros tanto necesitamos” .
Otro punto que promueve con su investigación científica es la rotación de cultivos y el control biológico de plagas. “El concepto de plagas es un concepto asociado al monocultivo, donde hay una sola especie y se aplican siempre los mismos agroquímicos, de malezas, de bichos, en cambio del otro modo esas resistencias no están, los suelos no se degradan tanto sino que se recuperan” afirma el investigador.
“Nuestro lema es producir más pero promoviendo la biodiversidad. Eso se llama intensificación ecológica, es un proceso inclusivo al que se pueden sumar los grandes productores, también los productores familiares, los pequeños productores, con pautas de una transición, año tras año. Porque acá no es una revolución de un día para el otro: el agro es un sector muy dinámico en Argentina, acá lo que tenemos que hacer es incorporar principios ecológicos a la producción agropecuaria”.