Sin duda, el precio es el mejor incentivo para la inversión. Si el precio sube y sube la rentabilidad del negocio cualquier empresario apuesta a la productividad, porque es una forma de mejorar los ingresos. Y el tambo no es la excepción.
Los 83 centavos que venían cobrando alentaban la apuesta a la producción y permitía imaginar que la Argentina pueda hacer realidad su potencial lechero.
Sin embargo, la colisión entre el buen precio de la leche y las aspiraciones antiinflacionarias gubernamentales terminaron oscureciendo el panorama.
La reconstrucción de los hechos indica que la industria estaba acumulando stocks a la espera que después de las elecciones el precio de la leche en polvo para exportación se liberara (estaba con un techo de 2.100 dólares) y aprovechar un precio mejor, respecto de los 4.500 dólares que vale en el mercado internacional.
Cuando anunciaron la suba de las retenciones, como señal positiva ese techo fue elevado a 2.650 dólares, pero por debajo de lo que la exportación esperaba.
Allí fue cuando entró a tallar el secretario de Comercio Interior, que evidentemente alguna injerencia en el comercio internacional tiene, aunque formalmente el sistema de registro de operaciones de exportaciones lácteas se encuentre en el ámbito de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario.
Moreno le propuso a la industria que para autorizar la exportación bajaran el precio de la leche en tranquera a 73 centavos, que iba a ser lleno para la parte destinada a exportación, porque para mercado interno sería de 63 centavos, con un reembolso posterior de 10 centavos (hay variaciones sobre esta versión).
“Realmente en este momento, el sentimiento en la producción es muy negativo”, resumía un analista del sector lácteo este jueves. Esta persona acababa de regresar de un viaje de evaluación por Australia, evaluando el funcionamiento de la cadena láctea.
Tanto allí como en Nueva Zelanda se habla del potencial de la Argentina como futuro gran proveedor de leche para el mundo.
También sobre la tendencia hacia la globalización de la produción primaria, con productores neocelandeses operando en Australia y australianos produciendo en el Uruguay.
Pero en el corto plazo y con estas señales negativas, la Argentina queda encapsulada hasta ver cómo se resuelve.
Es que bajar el precio por decreto es el más grande desestímulo que se puede realizar. “Hoy, las tomas de decisiones son mucho más rápido que antes. Un tambero que sembró una pastura con un costo de 180 dólares, puede no dudar en echarle glifosato y hacer allí una soja, que a 240 dólares la tonelada y 30 quintales de rinde genera una facturación de 720 dólares, con un costo directo de 120 dólares. Esa es la realidad”, comentaba.
Reflexión 1. Sería curioso pensar que en su momento el Gobierno haya elevado las retenciones de la soja para financiar las compensaciones y que ahora hable de bajar el precio de la leche para compensar menos, cuando lo recaudado por derechos de exportación excede largamente lo desembolsado.
Reflexión 2. ¿Será que las inversiones que lleguen al sector serán solo de grandes empresas, capaces de apostar al largo plazo y tomar esto como algo coyuntural?
Javier Preciado Patiño