El famoso novelista y filósofo francés Michel Tournier, en un pequeño ensayo hablaba de la forma en que nuestros ancestros se compenetraban con la naturaleza, vivían en la naturaleza. Algo que -con el advenimiento de la Revolución Industrial y las grandes ciudades- se ha ido perdiendo.
Sin embargo, las noticias climáticas que azotan los noticieros con tifones y sunamis nos muestran que la conservación de la biodiversidad del planeta es un tema central para nuestra supervivencia. Quizá más importante que ningún otro.
Por eso, la conservación de la naturaleza a través de áreas protegidas -por el Gobierno o por manos privadas- es un tema atrapante que da para el debate y, también, para el turismo ecológico en zonas de belleza extraordinaria de nuestro país.
Entre las muchas preguntas que se hace nuestra nota de tapa sobre los Parques Nacionales está la que hace a la discusión central, ¿las áreas protegidas deben conservarse sin la presencia humana, permitiendo sólo el acceso restringido para actividades turísticas controladas?, ¿o deben contener a las poblaciones originarias?
Lo cierto es que más allá de las modalidades de preservación que se elijan, lo que debe ser constante es la certeza de que se debe cuidar a la naturaleza, un bien que ha sido protegido por todas las culturas ancestrales. Que así sea.
La conservación de la naturaleza a través de áreas protegidas -por el Gobierno o por manos privadas- es un tema atrapante que da para el debate y, también, para el turismo ecológico en zonas extraordinarias.