Biointa (el joint venture de Bioceres y el Inta) estableció un sistema de cobro de regalías extendidas que tiene un nivel de efectividad estimada en el 30%, según los participantes de este negocio.
Bioceres formó una red de quince semilleros para la comercialización de los trigo Biointa. Cada uno de estos semilleros paga a Bioceres el 6% del valor de la bolsa de trigo, que en promedio se ubica en 9 dólares. De ese porcentaje, equivalente a 54 centavos de dólar, la mitad es para el Inta y la mitad para Bioceres.
Pero lo que está diferenciando a esta red de semilleros del resto de los actores que operan en el negocio de la genética del trigo es su política de recuperación de la propiedad intelectual, cuando los productores reservan semilla para realizar uso propio en las campañas siguientes.
Según comentó Alberto Goñi, titular de Semillas de la Sierra, un semillero Biointa ubicado en Tandil, el primer año el valor de la regalía está incluido en el precio de la bolsa.
Si el usuario de la semilla decide reservar una cantidad para realizar uso propio, entonces avisa al semillero, con quien pacta una regalía equivalente al 10% del valor del trigo, por cada kilo disponible. Es decir, que si reserva 100 kg para semilla, a u$s120 la tonelada, paga u$s 1,2 por esa reserva.
La diferencia con otras empresas que están operando en este negocio es que no hay una âpersecuciónâ del productor, por medio de cartas o llamados telefónicos, sino que se apela a la razonabilidad de los productores. Así, dicen desde Biointa, están llegando a recuperar el 30% de la reserva de uso propio, un valor muy por encima del que se le asigna al otro método.
La zona de influencia de Semillas de las Sierras abarca unas 400.000 hectáreas trigueras de los partidos de Azul, Otamendi, Rauch, Ayacucho, Lobería y Benito Juárez. Este año Goñi cree que el 30% de sus clientes efectivizará el pago correspondiente.
Bolsa blanca. El empresario y productor agropecuario indicó que estiman que el 50% de los productores de la zona sur de Buenos Aires hace uso propio de las semillas de trigo y que en el norte de la provincia, ese porcentaje se reduce al 30%, debido a la menor área sembrada con el cultivo.
Goñi indicó que el problema de la bolsa blanca es mayor en la venta de semillas de trigo mientras que en el comercio de maíz y girasol, al ser híbridos, el negocio âqueda protegidoâ.
El empresario se mostró a favor del pago voluntario y no compulsivo. Con respecto al cobro de las regalías sostuvo que espera que los productores reconozcan que se debe pagar por el uso de la genética: âPero aunque estén convencidos, el Inase no logra cumplir con sus funciones de control, pese a contar con gente capaz y la normativa legal necesariaâ.
A criterio de este productor y asesor de Aapresid, esto se debe a que no hay un interés político por terminar con el problema.
Según Goñi, identificar a la cadena de comercializadores de bolsa blanca es fácil: âSi se le pregunta a un productor quién le vende esas semillas, en poco tiempo se podrá identificar a toda la cadena, pero esto nadie se toma el trabajo de hacerloâ.
En este sentido comparó el problema de la bolsa blanca con el de la aftosa y señaló que la enfermedad fue acotada desde que se tuvo la decisión política de armar las fundaciones y controlar la aplicación.
Por último, Goñi evitó dar una definición sobre el rol que jugaron las entidades ruralistas a la hora de lograr un acuerdo sobre el cobro de las regalías. âEs un gran punto, éseâ, dijo.
