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Nuevas tecnologías para la pulverización sustentable

La ingeniería ha comenzado a dar respuestas a la variabilidad que se presenta en los lotes. Con esto, comienza una nueva era en lo que hace a la eficiencia en el control de malezas y el cuidado del medio ambiente.

infocampo

Las aplicaciones de fitosanitarios, que parecen haber permanecido en un cierto estado de modorra durante largos años, están ingresando en una nueva etapa que, mediante la incorporación de nuevas tecnologías, se preparan para enfrentar el gran desafío de la alta productividad con sustentabilidad”, dice el especialista en mecanización agrícola Ramiro Cid, del Instituto de Ingeniería Rural del INTA Castelar, según publica un artículo de La Nación.

Cid recuerda los comentarios del Dr. Roland Gerhards, de la Universidad de Hohenheim, Alemania: “Utilizar aplicaciones en cobertura total resulta ser una decisión errónea en prácticamente todo el lote, ya que la sobredosificación y la subdosificación son inevitables, dado que la distribución de las malezas y su densidad son sumamente variables”.

El especialista alemán agrega que “el Manejo Sitio Específico de Malezas tiene la potencialidad de reducir las cantidades de herbicidas aplicadas entre un 10% y un 80%. Los ahorros son evidentes, pero adicionalmente, los sectores del lote libres de malezas y, por ende no tratados, pueden rendir de un 5% a un 10% más, al ser eliminados los efectos fitotóxicos de los herbicidas”, y destaca que a esto se suman las ventajas ambientales.

Cid explica que llevar adelante este proceso de aplicación sitio específico mediante el esquema usual en agricultura de precisión, implicaría al menos los siguientes pasos:

» Relevamiento del lote a tratar.

» Elaboración de un mapa de prescripción mediante un programa GIS.

» Llevar a cabo la aplicación con equipamiento que permita el uso de Tecnología de Dosis Variable (VRT – Variable Rate Technology).

El especialista señala que también existe otra alternativa que contempla el uso de sensores directos que operan a través de un controlador electrónico informando al equipo la aplicación o no de producto y en caso afirmativo, la dosis correspondiente. “Esta segunda posibilidad, hasta el día de hoy, solamente ha podido ser utilizada en los denominados “sensores de maleza”, que, en rigor, no son tales ya que identifican solamente plantas vivas, sin discriminar entre malezas y cultivos, por lo que su uso se limita a la aplicación de herbicidas en barbechos. Su análisis posterior permite elaborar “mapas de malezas” que, eventualmente, en el caso de aquellas especies perennes, con distribución típica en manchones, podrían ser utilizados para elaborar un mapa de prescripción a utilizar por aquellos equipos que, aunque adaptados a la VRT, no posean sensores”, explica Cid.

Por lo anterior, el técnico remarca que no se trata de sensores de malezas sino de sensores de plantas que se utilizan en barbechos y que aunque existen numerosos desarrollos llevados a cabo sobre diferentes principios de funcionamiento, son pocos los que han alcanzado estado comercial. Los que se encuentran presentes en el mercado argentino son Weed Seeker y Weedit. El último, de reciente aparición comercial y más avanzado tecnológicamente, permite trabajar hasta 25 km/hora, utilizando PMW de control de flujo a cualquier velocidad. Cada sensor, que cubre 1 metro de ancho, posee 5 canales de identificación de malezas y 5 picos de pulverización, o sea uno cada 20 cm y el equipo puede cubrir botalones de hasta 36 metros de ancho. Cada canal de identificación realiza 40.000 mediciones por segundo, pudiendo detectar malezas desde el tamaño de una moneda, en tanto y en cuanto no se encuentren tapadas por el rastrojo.

Como una muestra sobre lo que podría llegar a ser un logro posible a futuro, Ramiro Cid describe un sistema experimental desarrollado en el Instituto Danés de Ciencias Agrícolas en el que, montado sobre una plataforma autónoma guiada por DGPS, se ubicó un sensor de malezas y un micropulverizador con visión computarizada. Una vez detectada la maleza se le aplicaron unos muy pocos microlitros de herbicida mediante un sistema de inyección con agujas hipodérmicas. Como resultado, para una población de 100 malezas por metro cuadrado, el consumo total de glifosato por hectárea fue de sólo 26 gramos.

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