Está ubicado a la vera de la ciudad de Buenos Aires, a sólo 10 minutos del Aeropuerto de Ezeiza, y a 20 minutos del puerto. Linda con el riachuelo, ese que no se puede limpiar, pero aunque parezca mentira, sí se puede navegar desde allí hasta el puerto.
Con 220 hectáreas ocupadas por la comercialización mayorista frutihortícola, y con más de 250 has disponibles para zonas anexas, el Mercado Central espera que alguien se dé cuenta de que está allí, languideciendo. Que le descubran el enorme potencial que tiene, lo desarrollen y lo transformen en un polo agroindustrial, logístico y de servicios modelo. Más de 500 empresas de frutas y verduras comercializan en su ámbito cerca de 80 millones de bultos anuales por un total de 1.400.000 t, bajo la mirada del Servicio de Inspección y de los laboratorios de control, garantía de calidad y sanidad de las especies que allí se comercializan. Radicadas también allí, operan un frigorífico de última generación, maduraderos de bananas, empresas logísticas de primer nivel, un hipermercado mayorista, centros de abastecimiento al público, semilleros, diversas empresas de servicios, etcétera.
Pero la pregunta del millón es saber cuál es la clave del éxito para el cambio. Con seguridad, la “estabilidad institucional” sea uno de los factores preponderantes, pero también un “correcto enfoque estratégico” que consolide el corazón del mercado, las frutas y verduras, pero que al mismo tiempo promocione y avance sobre las zonas de actividades complementarias, con nuevas tecnologías, servicios logísticos y de comunicaciones.
Alguna vez, el director del Mercado de Barcelona, Jordi Maymo y Asses, dijo que “para convertir a un mercado central en una unidad alimentaria, hay que pasar del control al servicio, del enfrentamiento a los pactos, de la compra-venta a la distribución, del producto indiferenciado al valor añadido, de la inversión pública a la inversión mixta, en fin: de la competencia a la competitividad”. Cuesta creer que en el siglo XXI nuestro país cuente con una obra pública de estas características y que no sea desarrollada en plenitud. Cuánta mano de obra se podría ocupar, cuántos servicios le podría prestar a la ciudad de Buenos Aires, jaqueada por camiones de gran porte, mediante la radicación de una central de ruptura de cargas. Cuántos emprendimientos se podrían llevar a cabo. No maten al elefante, despiértenlo y échenlo a andar.
Horacio Esteban | Especial para Infocampo