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Mercado de carne bovina argentina: entre alimentar al mendigo y satisfacer al rico

Las dos caras de la moneda del mercado de la carne vacuna argentina indican que el consumo argentino caerá a niveles históricos, mientras las exportaciones serán nuevamente récord. ¿Falsa dicotomía o realidad bajo la alfombra?

Carne vacuna
infocampo

El mercado de la carne bovina argentina, si se lo mira con un parche en el ojo vive un momento de gracia, con una producción en aumento y exportaciones que seguramente finalicen el año con un nuevo récord histórico. Se recuperó parte del stock que se había liquidado indiscriminadamente hace unos años atrás, y con la apertura de nuevos mercados, parece que hay demanda asegura por la eternidad.

Los precios en Liniers aumentaron en los últimos quince días (en pesos), y los remates del interior siguen con valores consistentes. Abrieron nuevos frigoríficos, se oficializó el nuevo sistema de tipificación de carne, y las vaquitas no son todas ajenas, dado que volvieron a los campos argentinos algunos sistemas de producción mixto.

prodPero no todo es color de rosa. El caballito de batalla llamado “consumo interno” está deprimido y mientras parece no tener piso, sus estadísticas continúan en descenso. Los créditos de mediano o largo plazo brillan por su ausencia, y hay muchas regiones (sobre todo zonas de Buenos Aires) con un preocupante déficit hídrico que complica al reposición de comida, y castiga a los animales. Continúa habiendo varios estándares sanitarios, dependiendo de las provincias, y a veces, hasta entre municipios. 

El último informe económico de octubre de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA) sostiene que la producción aumentó 1,1% anual, la faena registró en el décimo mes del año una suba del 8,7%, las exportaciones ya llegan a las 659.000 t/r/h en 2019 (+48,7% vs 2018), y el consumo cayó nuevamente 10% ubicándose en 51,7 k/h/a.

 El mendigo y el rico

Por una lado del cuadrilátero está el mendigo, llamado “consumo interno”, que no es más que el maltratado por algunos y endiosado por otros, argentino promedio que se quiere comer un asadito el fin de semana, o la mamucha que prepara las milangas de casa. Dicho a lo bruto, ni al perro le llegan los huesos.

Varios son los factores que afectan al consumo interno de carne bovina, pero el primero de todos en orden de importancia es la caída real del poder adquisitivo de los argentinos. Los precios en Liniers aumentan, pero ni los frigoríficos, ni los matarifes, ni las carnicerías pueden llevarlo a la góndola o el mostrador, porque no se lo venden a nadie.

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Por el otro lado está el rico, ese señor que quiere comer bien y paga un buen precio por la calidad (Unión Europea), o  su amigo asiático que tiene plata y no le importa qué compra, pero lo quiere todo y ya (China).

Con el primero no hay mucho problema, porque no tiene los mismo gustos que los argentinos. Ellos quieren un corte magro, jugoso de vuelta y vuelta, o sea, crudo para nosotros. Se conforma con la Cuota Hilton, y se lleva lo mejor y nos paga bien por ello.

El tema está en el otro. Voraz y precoz, no le importa nada, quiere carne y la quiere como sea. Grasa amarilla, vaca vieja, novillo sin terminar, o la cabeza que caiga en la olla. ¿Olla? Si, porque precisamente eso marca la diferencia. La forma del consumo es completamente diferente a la nuestra, con horas de cocción, lo cual hace que el corte en sí no sea lo más importante.

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El equilibro

Los analistas del mercado ganadero sostienen que hasta el momento no hay problema actual entre las exportaciones y el consumo local, pese a que los precios son parecidos y las demandas son muy distintas. Una activa y prometedora (fronteras afuera), y la otra caída y desilusionada (fronteras adentro).

¿Por qué sostienen eso? Porque el consumo local de carne bovina sigue acaparando la mayor cantidad de toneladas de la producción con un 75% promedio del total, mientras que las exportaciones se quedan con el 25% restante. Hasta ahora, se sostiene un equilibrio donde las dos demandas están atendidas, en mayor o menor medida, pero las dos tienen su lugar. 

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Restará ver qué sucederá en los próximos meses, con la nueva administración del presidente electo Alberto Fernández, en un país que necesita los dólares que genera el complejo exportador de la carne vacuna, pero con una población argentina que también necesita comer.

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