Difícil hacer esta columna, luego de saber que el conflicto iniciado el 11 de marzo sigue sin solución o, peor aún, en vías de deterioro.
Pero hay dos cuestiones interesantes para abordar: la primera basada, si se quiere, en la ingenuidad de pensar que la gente en el fondo es bienintencionada, y la segunda, en las miserias intrínsecas de la condición humana.
Dedico esta nota a la primera de ellas, y la contigua a la segunda. Veamos. Estos casi 60 días de “diálogo” entre entidades y Gobierno han tenido como común denominador la pequeñez de la materia de discusión: si se libera o no la vaca conserva para la exportación; si pueden salir 100.000 toneladas más de trigo o si la leche a productor pasa de 0,80 a 1,25 pesos.
Por supuesto que no son temas menores. Son las cuestiones que marcan el día a día del productor. Pero cuando se trata de discutir, de negociar, bien se podría apuntar a las grandes cosas, y no estoy hablando aquí de si hay que modificar la ley de arrendamientos o la extranjerización de la tierra.
Estoy hablando de cómo hacemos para producir 25 millones de toneladas de trigo, darle cinco al sistema molinero a precio no inflacionario y ganar con el resto, o cómo hacer para bajar el consumo de carne vacuna, reemplazándolo por cerdo o pollo, y sacarle presión a ese producto.
Hablando de esto último tenemos en la Argentina dos formidables organizaciones de cooperativas agrícolas: la Asociación de Cooperativas Argentinas, que maneja unos 11 millones de toneladas de granos por año, y Agricultores Federados Argentinos, donde unas 3,5 Mt adicionales pasan anualmente por sus silos.
A diferencia de lo que ocurre con las cooperativas brasileñas, terribles productoras de aves y cerdos, las nuestras terminan su inserción en la cadena vendiéndole el grano alas grandes traders multinacionales.
Y la pregunta necesaria aquí es, ¿no se puede inyectar fondos en el sistema cooperativo para que ese grano se quede aquí y se convierta en carne porcina y aviar?
De hecho, hoy el Gobierno ha redistribuido $1.600 millones en compensaciones para que un grupo de agroindustrias pague menos por sus insumos, pero no para desarrollar la producción.
“¿Querés zafar de las retenciones?”, decía el otro día un amigo que está en el negocio agroindustrial, “¡metete con los pollos o los cerdos!”. No estaba equivocado. Hoy la soja tributa el 40% y el maíz un 25%, cuando el pollo paga el 5% y tiene reintegros.
Un acuerdo sobre esta base podría tener los siguientes componentes:
a) Aportes no reintegrables (ANR) al cooperativismo agrario para la producción avícola y porcina a gran escala.
b) Compromiso de volcar un porcentaje de la producción al mercado interno, a un precio realmente acordado, y otro al mercado internacional a precio libre. La ganancia vendría por el mix de ingresos.
c) Hoja de ruta para el reemplazo progresivo del consumo de carne vacuna por aviar y porcina y compromiso para liberar el mercado vacuno. Incluso comiendo menos carne vacuna, su efecto inflacionario sería menor.
d) Segunda fase de ANR destinados a los socios cooperativistas y pequeños productores en general para emprendimientos avícolas y porcinos a escala de predio. Sé que esta idea tiene una gran componente de creer en la buena voluntad de los hombres, pero tampoco se puede cerrar la puerta a esta posibilidad, máxime en un contexto internacional sumamente favorable.