Un equipo de investigadoras del INTA desarrolló una metodología de bajo costo, rápida y sencilla que permite identificar materiales que resistan el estrés hídrico. Una herramienta para la selección y desarrollo de variedades frente a los desafíos que plantea la variabilidad climática.
La disponibilidad de agua sumado a las horas de luz solar durante el desarrollo de un cultivo definen el éxito o el fracaso de una campaña. “En el caso del maní, las sequías estacionales afectan su productividad y, como consecuencia, puede sufrir severas reducciones en los rindes”, dijeron desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Para entender esta dinámica y obtener cultivos más resistentes a la falta de agua, un equipo de investigadoras del Instituto de Recursos Genéticos y Fisiología Vegetal (IFRGV) del INTA presentó una metodología de bajo costo, rápida y sencilla que identifica genotipos promisorios.
En la Argentina, la producción de maní se lleva adelante en la provincia de Córdoba, donde constituye un sector productivo importante de la economía regional. Por eso, Mariela Monteoliva, especialista en biología molecular y bioquímica de las plantas del IFRGV, destacó la importancia de conocer qué sucede y cuáles son los mecanismos que se activan en el interior de las plantas cuando les falta agua.
“Si bien el maní es propio de zonas semiáridas, donde la escasez de precipitaciones es frecuente, cuando es afectado por sequías estacionales puede sufrir severas reducciones en su productividad”, explicó Monteoliva. “Por esto, nos enfocamos en el desarrollo de una herramienta de bajo costo, rápida y sencilla que nos ayude a obtener nuevas variedades tolerantes”, agregó.
Para Carla Guzzo, especialista en biología molecular y bioquímica de las plantas del IFRGV, cuando las plantas se encuentran en condiciones de sequía alteran su metabolismo de diversas formas. “Nuestro trabajo es identificar cuáles son las respuestas metabólicas fisiológicas o bioquímicas asociadas con la tolerancia a sequía, que se activan cuando a un genotipo le falta agua. Esta información nos permite identificar materiales tolerantes y usarlos en programas de mejoramiento genético”, dijo la investigadora.
El grupo Estrés Hídrico y Térmico, coordinado por Celina Luna, busca determinar criterios fisiológicos –tasa de fotosíntesis, temperatura foliar, conductancia estomática, contenido relativo de agua de los tejidos– y bioquímicos –contenido de prolina, daño oxidativo y capacidad antioxidante general– que sean sencillos y rápidos de reconocer en hojas de plantas afectadas por la sequía. Mediante un convenio de asistencia técnica firmado junto con la empresa cordobesa Criadero El Carmen, el equipo pudo seleccionar un material que se destacó debido a que mantuvo su crecimiento bajo condiciones de sequía, mientras que el resto redujo tanto la altura como el área foliar, contaron desde el INTA.
“Durante el ensayo pudimos comparar el comportamiento de diversos genotipos de maní de interés comercial. Con la aplicación de esta metodología, observamos la variabilidad en la respuesta a la sequía de siete materiales: algunos mostraron una tolerancia asociada a menores cambios en parámetros como biomasa aérea, contenido relativo de agua y clorofilas; mientras que en otros se modificó el contenido de prolina, un metabolito clave que interviene en la regulación hídrica del tejido foliar”, detalló Guzzo.
Esta investigación aporta nuevas herramientas para la selección y generación de cultivares de interés comercial más tolerantes, en comparación con los utilizados en la actualidad.