Hace 15 años poblaciones de sorgo de alepo del NOA resultaban ser el primer caso argentino de malezas resistentes a glifosato. Desde entonces, poblaciones de catorce especies de malezas han evolucionado hacia la resistencia a ese herbicida. En respuesta a esto, se incrementó el empleo de principios activos alternativos para el manejo de estas malezas de difícil control. Sin embargo, en la última década, casi la mitad de los casos de resistencia a glifosato han presentado baja sensibilidad a otros herbicidas de diferentes sitios de acción. Esto lleva a que el manejo de malezas se complejice y las estrategias deban proyectarse a mediano y largo plazo.
Sabemos que las comunidades de malezas responden al manejo al que son sometidas regularmente. Tal respuesta es entendida como un proceso evolutivo donde prevalecen aquellas plantas mejor adaptadas. A nivel global, las advertencias acerca del avance de malezas resistentes a herbicidas comenzaron en la década del ‘70, sin embargo el desarrollo de nuevos herbicidas, el empleo de diferentes prácticas agronómicas como la rotación de cultivos y el control mecánico habrían limitado su evolución.
Las poblaciones de malezas se caracterizan por presentar variabilidad, es decir, por estar conformadas por plantas que pese a ser de la misma especie, tienen diferentes características (distintas alturas, tamaños y espesor de hojas, diferente fenología, por citar algunas…) que las hacen distintas unas de otras.
Todos estos rasgos variables entre plantas son, en gran medida, controlados por genes. Luego de realizar la aplicación de un herbicida sobrevivirán aquellas plantas que porten el o los genes que provean baja sensibilidad. Así, el proceso de selección ha comenzado.
Las prácticas que resultan útiles para manejar los problemas de malezas resistentes a menudo sirven para prevenir la resistencia. A continuación algunos puntos a tener en cuenta para el manejo:
1. Conocer la maleza. Ante todo, es imprescindible conocer el ciclo de la/las malezas problema. Saber cuándo emergen, bajo qué condiciones ambientales, cómo se extiende su ciclo y cuándo llegan a producir los propágulos que les permiten permanecer a lo largo de los años. Además, para conocer su importancia en nuestros sistemas hay que medir. ¿Cuál es la distribución y densidad de la maleza en determinado lote? No controlaremos la maleza en una campaña, entonces es importante tener algún indicador que nos señale si la población está ganando espacio o, año tras año, está reduciendo su tamaño. Así sabremos si vamos por buen camino.
2. Llevar registro de las prácticas de control realizadas. Es muy importante saber qué herbicidas se han aplicado en cada lote en los últimos años, qué otras prácticas de manejo se han realizado. Repetimos, la resistencia es un proceso evolutivo y por tanto es la respuesta al manejo realizado durante varios años.
3. Monitorear los lotes. En un proceso de resistencia, año tras año las plantas resistentes incrementan su frecuencia hasta que alcanzan tal proporción que se vuelven evidentes en el lote. Detectar las plantas que escapan al control, cuando éstas se encuentran en baja proporción, nos permite adelantarnos varios años al problema e intervenir con mejores resultados.
4. Favorecer al mejor enemigo de las malezas. El cultivo debe ser el mejor enemigo de las malezas, ajustar aquellas prácticas que favorezcan su performance (elegir el cultivo más agresivo frente a la maleza, ajustar la densidad de siembra, el tipo y momento de fertilización, el empleo de cultivos de cobertura, etc.) permitirán explotar su interferencia en detrimento de la maleza.
5. Más vale prevenir. Evitar la dispersión de propágulos (semillas, rizomas, etc) dentro de un mismo lote como entre lotes, es clave. La llegada de simiente fuertemente seleccionada con herbicidas en otros sistemas puede conducir a que nos encontremos de un año a otro con plantas de alta resistencia a uno o más principios activos. El uso de semilla libre de malezas, la limpieza de cosechadoras y el monitoreo continuo de cabeceras es la base de la prevención.
6. Diversificación. La forma de evitar o revertir este proceso de enmalezamiento con plantas resistentes es disminuir la presión de selección con unos pocos herbicidas. Incorporar otras técnicas para el manejo de malezas, emplear principios activos de diferentes sitios de acción, recurrir a las rotaciones de cultivos o rotaciones agrícola-ganaderas sin duda hará que para las malezas las “reglas de juego” cambien constantemente y dificulten su adaptación.
7. Herbicidas. Las plantas resistentes serán prolíficas en ambientes donde se le generen las condiciones óptimas, donde la resistencia les dé una ventaja frente al resto de las malezas, entonces es importante reducir el uso del herbicida en cuestión.
Además, restringir el empleo de herbicidas de igual sitio de acción, evitar sub-dosificaciones, muchas veces encubiertas en una aplicación de baja calidad (empleando agua inadecuada o bajo condiciones ambientales inapropiadas) son cuestiones a tener en cuenta al momento de planificar el tratamiento.
Antes de la difusión de los herbicidas, el productor se encontraba forzado a realizar un enfoque integrado para el manejo de las malezas, debido a que ninguna tecnología por separado era suficiente para lograr el control deseado. Ante el actual escenario de malezas resistentes a múltiples herbicidas, el de malezas debe ir retomándose y proyectarse en el mediano y largo plazo. La combinación de las diferentes prácticas agronómicas, sin duda conducirán a ir reduciendo año a año el número de plantas resistentes de una población y contribuir a la estabilidad del sistema donde los herbicidas son una herramienta más.