Hace más de quince años que un equipo de investigadores del INTA y del CONICET estudia al virus que provoca el llamado Mal de Río Cuarto: la enfermedad más importante del maíz en la Argentina, según la institución tecnológica agropecuaria estatal. Detectada por primera vez en 1967 en ese departamento del sur de Córdoba, la patología llegó a generar la pérdida de casi un tercio de la producción maicera del país (en la epidemia de 1996/1997) y causó pérdidas por US$ 120 millones, según informó la Agencia CyTA del Instituto Leloir.
Ahora, los científicos están más cerca de acorralarlo. “No sólo hemos identificado las proteínas virales que participan de la replicación de ese virus, sino que además descubrimos las regiones de esas moléculas que podrían ser un blanco terapéutico”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir la doctora Mariana del Vas, investigadora del INTA y del CONICET en el Instituto de Biotecnología (IB), dependiente del INTA y situado en Hurlingham, en el Gran Buenos Aires.
“Este resultado abre caminos para el desarrollo de estrategias que eviten la infección del maíz y de otros cultivos que también puede afectar [como el trigo, la cebada y la avena]”, añadió.
En colaboración con los doctores Viviana Parreño y Andrés Wigdorowicz, de una plataforma del INTA (INCUINTA) para el desarrollo de emprendimientos tecnológicos, los investigadores llevan adelante un proyecto “PICT start-up” financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica, que depende del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. El objetivo es “diseñar una estrategia biotecnológica para el diagnóstico y el control del virus”, afirmó Del Vas.
¿Qué descubrieron?
El genoma del virus del Mal de Río Cuarto codifica o alberga la información para fabricar 13 proteínas, que cumplen distintas funciones. Seis de ellas constituyen las partículas virales, que permiten su transmisión de una célula a otra, y el resto (proteínas no estructurales) interviene en etapas necesarias para su ciclo infectivo en el interior celular.
Mediante el empleo de avanzadas técnicas de biología molecular y bioquímica, Del Vas y sus colegas habían demostrado en trabajos previos que, durante el ciclo de infección, el virus del Mal de Río Cuarto forma unas estructuras llamadas “viroplasmas” que son esenciales para su propagación. Estos viroplasmas están constituidos, principalmente, por dos proteínas no estructurales: P9-1 y P6.
En un trabajo que publica ahora la revista “Virus Research”, los científicos determinaron regiones características de ambas proteínas que las convierten en “blanco de degradación” y que son necesarias para formar los viroplasmas. Apuntar a ese objetivo con anticuerpos diminutos o “nanoanticuerpos” “podría evitar la reproducción del virus y mejorar el diagnóstico de la enfermedad”, afirmó Del Vas.
El estudio forma parte del Programa Nacional de Biotecnologia de INTA. Y también contó con la participaron de otros investigadores del IB-INTA: los doctores Gabriela Llauger (primera autora), Luis de Haro y Victoria Alfonso.