En la última década, la producción nacional de maíz se triplicó al expandirse su área cosechada hacia zonas con serias limitaciones ambientales.
Con la idea de generar más y mejor conocimiento sobre las prácticas de manejo del maíz en estos ambientes marginales, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), del CONICET y de otras instituciones, además de técnicos, empresas y productores, crearon la “Red de Ultra Baja Densidad de Maíz”.
De esta forma, buscan brindarle a productores de distintas zonas alternativas productivas nuevas, sostenibles y rentables para el cultivo.
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Una de las estrategias para las zonas marginales, según explica el investigador, y coordinador de esta red, Gustavo Maddoni, de la FAUBA, es retrasar la fecha de siembra, mientras que la otra alternativa es reducir la cantidad de plantas por unidad de superficie, a razón de 2 plantas por metro cuadrado (en regiones de alta producción se siembran entre 7,5 y 8 plantas por metro cuadrado).
De acuerdo al experto, al combinar estrategias (cambio de fecha y menor densidad) estos maizales alcanzan rendimientos rentables y más estables entre años.
El que viene relajado es el maíz 🌽
A este ritmo lo cosechamos y al día siguiente le sembramos la soja de primera 🤣 pic.twitter.com/7XKVG83LaE— Juan Cruz Tibaldi (@CruzTibaldi) July 14, 2022
RESULTADOS PARCIALES
En las zonas marginales de la Argentina se contemplan distintos valores de densidad de siembra, siempre más bajas que las típicas de las mejores zonas productoras.
De acuerdo a Maddoni, “por un lado, pudimos determinar que en los mejores sitios dentro de los ambientes restrictivos —alrededor de 8.000 kilos por hectárea—, siempre la estrategia es subir la densidad de siembra y buscar híbridos que produzcan una sola espiga por planta. Por debajo de 8.000 kilos, los mejores rendimientos se obtienen sembrando híbridos prolíficos en densidades de entre 4 y 6 plantas por metro cuadrado. Y por debajo de esas densidades, rinden más los híbridos que producen más de dos espigas por planta”.
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El investigador comentó que se está tratando de interpretar qué variables de un ambiente de menor potencial hacen que un híbrido produzca espigas múltiples, lo cual se verá desde diferentes focos, como desde el comportamiento del cultivo en sí o cómo la variabilidad de las lluvias, entre años, también influyen en ciertos mecanismos.
Además de investigar el cultivo de maíz, la red también estudia aspectos del sistema de producción.
“La idea es entre todos los actores es generar una sinergia, intercambiar conocimientos, codirigir grupos humanos y valernos de la diversidad que genera poder abarcar estos ambientes tan distintos”, concluyó el investigador.