A nivel global, las nuevas reglamentaciones sobre la producción agrícola hacen hincapié en la necesidad de reducir la huella de carbono en la producción granaria y el énfasis en producir en zonas libres de deforestación a partir de 2025.
En el caso del maíz en Argentina, que en la última década superó en volumen cosechado a la soja, existen interrogantes sobre sus eventuales impacto en el ambiente. En concreto: el mundo quiere saber cuál es la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que se emiten al producirlo.
En ese sentido, un trabajo elaborado por el INTA y el INTI ubicó al maíz argentino al tope de productores a nivel mundial con menor huella de carbono del cereal, a partir de dos pautas de manejo clave: la siembra directa y el menor uso de fertilización nitrogenada.
🌽EL #MAÍZ ARGENTINO, MOTOR DE DESARROLLO SUSTENTABLE
Para producirlo, emitimos 58% menos #GEI que la media del resto del mundo
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POR QUÉ EL MAÍZ ARGENTINO TIENE MENOS HUELLA DE CARBONO
Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la FAUBA, analizó estas dos variables. Con respecto a la siembra directa, explicó que su impacto ambiental es reducido porque requiere utilizar menos litros de gasoil que las labranzas tradicionales.
En general, la huella de carbono del maíz argentino es 1.246 kg de CO2 equivalente/ha; si se compara con el promedio mundial, que es 2.950 kg de CO2 equivalente/ha, es un 58% menos.
“Estamos un 27% por debajo de Estados Unidos, un 52% debajo de Brasil, un 57% debajo de China y un 48% debajo de Canadá. Son valores muy promisorios”, enfatizó Vilella.
En cuanto específicamente al uso de gasoil, el informe demostró que en la campaña 2021/22, la huella de las labores del maíz en Argentina fue 0,019 kg de dióxido de carbono (CO2) equivalente por hectárea.
El segundo factor fundamental que citó el directivo fue el bajo empleo de fertilización nitrogenada en este cultivo. Un dato a tener en cuenta es que esos fertilizantes emiten gases de efecto invernadero más potentes que el dióxido de carbono.
En el ciclo maicero 2021/22, la huella de carbono de la fertilización nitrogenada en el cereal fue de 0,058 kilos de CO2 equivalente por hectárea.
Si bien el porcentaje es muy bueno, Villela advirtió que las tasas de fertilización de los productores argentinos no permiten reponer los nutrientes extraídos del suelo.
Para Vilella, además de los aspectos vinculados a la producción eficiente desde el pinto de vista ambiental, Argentina debería generar una estrategia para posicionar a la agroindustria como una marca país, a partir de dejar en claro que lo generado en los sistemas productivos locales es amigable con el medio ambiente.