El uso de drones en la producción agrícola es una herramienta que, con su bajo costo y facilidad de uso, permite tomar decisiones inteligentes a nivel de lote, mejorar la rentabilidad de los cultivos y sumar sustentabilidad en el proceso.
Eduardo San Agustín es uno de los socios de SmartField, la consultora que creó DroneScope.ag, una plataforma que potencia el uso de drones en agricultura.
Según explicó en el podcast “Integrando Manejos”, de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), hubo dos hechos que descubrió cuando empezó a utilizar esta tecnología.
En primer lugar, señaló que al ver los cultivos desde arriba “tenés una visión cenital y eso es un diferencial importante a la hora de tomar decisiones”.
En segundo término, y en consecuencia de lo anterior, la imagen aporta objetividad y el vuelo una gran representatividad del muestreo.
LAS VENTAJAS DE LOS DRONES EN LA AGRICULTURA
El dron –entre una de sus muchas prestaciones- representa una renovación de las formas de medir variables productivas en el lote.
En el caso del maíz, significa pasar de la tradicional cinta y estaca para contar plantas a contar con una mayor representativad, al poder hacer un muestro rápido de toda la superficie implantada.
Por otra parte, destacó que los drones están aumentando su autonomía de vuelo, que pasó de 20 minutos a más de media hora. Además, son muy seguros de usar y difíciles de romper o perder; por lo que representan una inversión segura.
Las fotos obtenidas con drones son el insumo básico para obtener información precisa y conocer en profundidad lo que está sucediendo en el lote, sin sesgos ni subjetividades.
TECNOLOGÍA APLICADA
Luego del sobrevuelo, las imágenes son subidas a una plataforma online de gestión y procesamiento de datos. En poco tiempo (se pueden relevar 100 hectáreas en una hora), son traducidas a información fidedigna que sirve de base para la toma de decisiones.
Aquí entra en juego las herramientas como DroneScope.ag, que permiten obtener datos objetivos, ya sea un conteo de stand de plantas, una evaluación de cobertura, la incidencia de malezas en el lote, tener un panorama visual del estado de los cultivos o de los barbechos. Y sobre todo, hacer prescripciones en función de este cúmulo de información.
La foto RGB tomada por un dron es de utilidad, pero se aprovecha más cuando la inteligencia artificial procesa la imagen y la traduce a datos, indicadores y números que permiten hacer ambientaciones, detectar zonas de mayor y menor potencial productivo, usar más racionalmente los insumos y tomar decisiones en un marco de mayor certidumbre.
El análisis de datos permite identificar problemáticas en la foto, desarrollar mapas georeferenciados y después volcar esos datos directo al lote: por ejemplo, generando una prescripción para la aplicación variable de herbicidas o fertilizantes.
“A través de los vuelos y el procesamiento de imágenes se detectan las zonas específicas del lote donde hay presencia de malezas y se hacen las aplicaciones variables. Si el pulverizador tiene la posibilidad de cargar un mapa, puede tratar sólo las partes afectadas señaladas en la prescripción. Así se ahorra en insumos y en aplicaciones”, explicó San Agustín.
En la actualidad, trabajan para desarrollar algoritmos que mejoren la estimación de productividad en los cultivos extensivos y no descartan aplicar esta tecnología para el control de malezas en cultivos de soja.