El humus se trata de una masa microgranulada, que se forma por la descomposición de la materia orgánica, por la acción combinada de los animales, de las bacterias y los hongos del suelo.
En este marco, aseguran que las lombrices de tierra desempeñan un papel esencia, digiriendo y transformando la materia en asimilable, e inoculando las sustancias no beneficiosas, como los metales pesados.
Los beneficios del humus de lombriz en la vitivinicultura son numerosos, ya que regenera la tierra permitiendo el desarrollo de los microorganismos vivos. A la vez, ayuda tanto a la retención de agua, como a la filtración de la misma.
“El humus disgrega la tierra y la va ahuecando poco a poco, facilitando la toma de nutrientes a través de las raíces de las plantas de manera orgánica y regulando la nutrición vegetal” indica una reconocida revista de vino.
Éste aporta productos nitrogenados al suelo degradado, equilibra la tierra y la hace más fértil, absorbe calor evitando cambios bruscos en la temperatura del suelo, protegiéndolo contra los daños de las heladas y patógenos externos, y fortaleciendo la planta desde su trasplante.
Además, aseguran que aumenta la capacidad de cambio catiónico del suelo y el poder buffer del suelo, regulando el pH, reduciendo tanto su salinidad como su acidez, proporcionando sustancias como fenoles, que contribuyen a la respiración de la planta, mayor absorción de fósforo y controla patógenos del suelo.
Por otro lado, en países y regiones jóvenes en el cultivo de la vid, tienden a asegurar que el suelo es un factor secundario en relación con el clima y la variedad, mientras que en muchas de las regiones famosas de Europa es firme la creencia de que un suelo particular tiene mucho que ver con el éxito local y el rendimiento de la producción.
Para concluir, aseguran que los mejores suelos son generalmente aquellos que respetan el equilibrio entre los tres constituyentes básicos de la mayoría de los suelos: sílice, arcilla y piedra caliza.