Aunque algunas empresas pretendan arrogarse la propiedad, hasta ahora tanto en nuestro país como en muchos otros, las semillas no tienen dueños. La legislación lo impide. Las leyes de semillas protegen a los mejoradores reconociendo su obtención e impidiendo que terceros puedan comercializar esos mismos materiales. Pero nada impide al agricultor ejercer su derecho de uso propio. Así quien siembra, protege el cultivo, cosecha y comercializa la producción puede hacer con la misma lo que considere mejor, aun reservar una parte de lo cosechado para volver a usarlo como semilla.
En el actual escenario mundial globalizado, donde la información la tecnología y el esparcimiento fluyen libremente por las redes, es obvio que el poder de protección de las patentes se ha debilitado. Si no fuera así no podríamos ver películas, escuchar música e informarnos como lo hacemos. Sin embargo y pese a que los seres vivos sus partes y sus componentes no pueden patentarse y es lógico ya que se patentan inventos no descubrimientos, la empresa Monsanto pretende hacer valer derechos de patentes que transitan el filo de la ilegalidad recurriendo a extorsiones para obligar a la cadena sojera a someterse a sus condiciones.
¿Qué dice haber patentado Monsanto? Pues nada más y nada menos que el método para introducir algunas proteínas ya existentes en la naturaleza, en semillas de soja para proteger las plantas de ciertos insectos y de un herbicida. Hasta acá todo bien, pero resulta que además pretende cobrar un canon fijo por los granos producidos por los agricultores que son fácilmente detectables con un simple test. Y otra vez; hasta acá todo bien, pero surgen dos problemas muy difíciles de resolver:
-El primero es que aquellos que quieran usar esta tecnología tienen todo el derecho del mundo de hacerlo, pero a los agricultores que decidan no hacerlo y tengan semilla legal que no contiene esos transgenes no existe razón alguna para analizarle su soja. Hacerlo es una clara violación a la ley de semillas vigente. Sin embargo cláusula mediante o con sistema Bolsatech toda la soja argentina será analizada para constatar presencia de tecnología Intacta “patentada”. Conflictos, contaminaciones, demandas y querellas en puerta, es el corolario esperado, pero sino aceptamos someternos a este avasallamiento es probable que Monsanto vuelva a embargar barcos con soja argentina.
-Lo segundo es que con estos sistemas de control y dada la relativa facilidad con que hoy se insertan genes, en un futuro muy cercano toda la semilla ofrecida va a tener alguna proteína “patentada” y detectable. Los usuarios quedaremos entonces en manos de unas pocas empresas semilleras que nos venderán lo que les convenga. Resultado tendremos que pagar por nuestra semilla de soja algo similar a lo que nos cuesta la de maíz. Vamos a pagar mucho más que ahora y encima como ya nos pasa con la semilla de maíz no tendremos opciones de elegir la tecnología que realmente necesitamos.
Los productores argentinos acabamos de ser beneficiados con la quita de un 5% en los derechos de exportación de soja. Son unos 15 dólares por tonelada, exactamente lo mismo que quiere cobrar compulsivamente la empresa Monsanto. Y lo que es peor es que si en esta campaña arrancamos con cláusula Monsanto o Bolsatech en pocos años otras biotecnológicas nos estarán esperando en la primer entrega para cobrar una tecnología que seguramente los productores no hemos elegido, no necesitemos y que simplemente nos la habrán impuesto.
No es este el futuro que queremos, por eso necesitamos que el Estado a través del Instituto de semillas tome las medidas necesarias para asegurarnos el cumplimiento de las leyes vigentes.
Por Roberto Campi. Productor agropecuario
