Pero cuando se compara lo que ocurre con el sector de la producción primaria versus otros eslabones de la cadena agroindustrial surge la pregunta: ¿por qué las medidas parecen enfocarse en un eslabón que sólo entre soja, maíz, trigo y girasol generará un producto de u$s20.000 millones en esta campaña?
Cuando a fines de diciembre en esta misma sección comentábamos sobre el proyecto original del fondo compensador (ver âSigue vigente la creatividad oficialâ), la idea transmitida a los presidentes de las entidades era que el fondo de compensación se iba a constituir en partes iguales entre la producción primaria, los exportadores y el Gobierno Nacional. Así, el aumento de las retenciones iba a ser de 2%.
Pero cuando salió la resolución de Economía, oh sorpresa, en vez de dos fueron cuatro (el doble) los puntos porcentuales incrementados. En definitiva, por cada 100 dólares que vale la soja, al productor le llegan 72,5. El 80% de ese fondo compensador de u$s500 millones provendrá de la producción. El 20% restante, del Estado.
Así, las asimetrías entre los eslabones productivo y procesador/exportador de la cadena granaria, a la hora de recibir medidas, son notables.
La industria aceitera, que sigue conservando el diferencial de 3,5% a favor de la exportación de productos procesados, obtuvo en los últimos tiempos señales positivas del Gobierno Nacional. Por un lado, la Afip accedió a modificar la fórmula para calcular las retenciones en la soja importada temporariamente para su procesamiento, lo cual ayuda a completar capacidad de molienda con el grano proveniente de los países vecinos. Además también aceptó el criterio de mermas en el tránsito por hidrovía de hasta 4%, con lo cual pone al polo aceitero de Rosafé en un pie de igualdad con el puerto uruguayo de Nueva Palmira.
Por otra parte, varias de las nuevas inversiones de esta industria reciben los beneficios de la Ley 25.924 para devolución anticipada del IVA y amortización acelerada.
Obviamente, la idea no es igualar hacia abajo, sino hacia arriba. La manutención de las reglas de juego (por caso diferencial de retenciones) y medidas a favor de la competitividad debieran ser accesibles por todos.
Pero claro, en una punta de la cadena seis compañías, nucleadas en una sola cámara, manejan casi el 90% de las exportaciones, mientras en la otra punta aparecen decenas de miles de productores, agrupados en cuatro entidades gremiales, con diferencias de criterios entre sí, y encima muchos no perteneciendo a ninguna de ellas.
La pregunta que debiera contestarse la dirigencia rural es cómo hacer pesar el poder económico de la producción primaria del agro.