La estructura productiva de un país es un tema vital en materia de desarrollo económico porque determina, entre otros aspectos, el nivel de empleo y la capacidad de generar divisas. La globalización ha incentivado la especialización productiva y, en el caso de Argentina, las actividades vinculadas al sector agropecuario aprovechando la gran disponibilidad de tierras cultivables.
La experiencia de Países Bajos [1] en la producción de agroalimentos resulta de vital importancia para nuestro país, pues muestra como a pesar de una escasa disponibilidad de tierras se puede ser un gran productor y exportador de alimentos.
El sector agropecuario en Holanda
Países Bajos cuenta con una superficie cultivable de 1,2 millones de hectáreas, 33 veces menos que Argentina, que dispone de un área de 40 millones de hectáreas. A pesar de ello, ocupa el segundo lugar a nivel mundial (detrás de EEUU) como exportador agroalimentario, con ventas que rondan los 100 mil millones de dólares anuales. De ese total, entre 45 y 50 mil millones corresponde a alimentos de producción local (el resto son reexportaciones de productos agroalimentarios importados). En el caso de Argentina las exportaciones de bienes agropecuarios están en el orden de los 40 mil millones de dólares [2].
Hay dos factores que explican los logros de Holanda en este sector: el comercial y el productivo. El comercial resulta de sus históricas ventajas como centro de recepción y distribución de bienes agroalimentarios que han hecho de este país una importante puerta de entrada a Europa. El productivo es consecuencia de la conjugación de factores tecnológicos e institucionales que han otorgado al agro holandés un elevado nivel de competitividad.
Para comprender la importancia de los factores tecnológicos basta con observar los cultivos de tomate, papa y cebolla, con rendimientos muy superiores a la media mundial y la de otros grandes productores, lo que le ha permitido alcanzar elevados niveles de producción y convertirse en el principal exportador mundial de papa y cebolla y ocupar el segundo lugar en la exportación de tomates [3]. Asimismo, el mencionado progreso se ha logrado en forma sustentable, principalmente en la menor utilización de agua y agroquímicos [4].
Claves del modelo holandés
¿Cómo hace Países Bajos para sacar tanto provecho de sus recursos naturales? ¿Cómo logra niveles tan altos de productividad?
La clave reside en la implementación eficiente de un modelo de alta tecnología, que incluye diferentes aspectos en el marco de una estrategia que descansa en la colaboración estrecha entre centros de innovación, el mundo empresarial y el gobierno.
El factor tecnológico
La producción agroalimentaria de Países Bajos se realiza en invernaderos que incorporan tecnología y equipamiento de avanzada, lo cual que permite disponer de temperatura, iluminación y agua, de manera adecuada y permanente. En muchos casos se hacen bajo la modalidad de hidroponía (cultivos sin tierra) y con sistemas biológicos de protección, en lugar de pesticidas.
La base del sistema de producción agrícola holandés reside en la alta capacidad de investigación y desarrollo (I+D) del país, materializada en una especie de Sillicon Valley de la agricultura, conocido como Food Valley, vinculado al centro de investigaciones de la universidad de Wageningen, una institución líder a nivel mundial en la investigación sobre tecnología agrícola.
El objetivo de este centro de excelencia está animado del propósito de “producir más con menos”, lo cual implica ahorrar agua y nutrientes, reducir las emisiones de CO2 y aprovechar terrenos menos fértiles.
El factor institucional
Los importantes logros del modelo agrícola holandés no son fruto de la casualidad. Hace poco más de dos décadas el gobierno holandés se propuso convertir el país en un referente de la agricultura sostenible. Esto se está logrando gracias a la conjugación de la acción del Estado y entidades de I+D en coordinación con el sector empresarial. Esto se expresa en la implementación de ámbitos de planificación y participación tripartitos.
La orientación tecnológica y adaptación de sistemas productivos a cada realidad corresponde a las instituciones I+D, mientras que la realización de las inversiones en infraestructura o apertura de nuevos canales comerciales descansa primordialmente sobre el Estado. Obviamente, serán los productores los responsables de adaptar los cambios tecnológicos propuestos y de realizar las inversiones directas necesarias para su implementación. Esto muestra la necesidad de una interrelación coordinada, dinámica y fluida entre los diferentes actores.
Lección para Argentina
La lección que deja la experiencia de Países Bajos es la factibilidad de implementar nuevos modelos de gestión y producción en el sector agropecuario, contemplando tanto los desafíos vinculados a la viabilidad técnica y económica como los de sustentabilidad. Esto es planificar con visión de largo plazo, ahorrando recursos naturales y reduciendo daño ambiental.
En el caso de Argentina, el contar con una institución de gran trayectoria en I+D en el sector agroalimentario, como es el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), facilita la posibilidad de implementar un sistema de estas características. Obviamente, hay mucho camino por andar para alcanzar un modelo de gestión como el antes descrito, pues se requiere, además de la decisión oficial para llevarlo a cabo, asignar en forma eficiente los recursos necesarios para su puesta en marcha.
[1] Si bien el nombre oficial del país es Países Bajos resulta bastante común designarlo como Holanda, que es una región del país. En el texto se utiliza indistintamente la denominación de Holanda o Países Bajos.
[2] En el año 2017 Argentina exportó bienes agropecuarios por un total de 37 mil millones de dólares, de los cuales 14 mil millones fueron productos primarios y los restantes 23 mil millones manufacturas de origen agropecuario.
[3] En tomate el rendimiento es de 50 kg/m2, cifra que quintuplica la productividad de otros grandes productores, como España o Marruecos (en Argentina es de 4,3 Kg/m2). En papa el rinde es de 45 t/ha, mientras que en Argentina es de 29 t/ha.
[4] Para obtener un kilo de tomates en Holanda sólo se requieren 10 litros de agua, esto es la sexta parte de la utilizada con tecnología tradicional (aproximadamente 60 lt/kg).