Con la irrupción de las semillas transgénicas y de la siembra directa, a mediados de los 90, la producción de granos de la Argentina comenzó a avanzar en el camino de la sustentabilidad, proceso que se fue consolidando con el correr de las campañas. En ese recorrido, fueron fundamentales los aportes de la industria de semillas y de protección de cultivos, así como la profesionalización de las tareas tranqueras adentro.
En ese sentido, la modernización de los procesos llevó a la optimización del gerenciamiento de la empresa agropecuaria. Así, los pooles de siembra, una forma de trabajo surgida en momentos de bajos precios internacionales, en los que era imprescindible ajustar los costos para competir con agriculturas altamente subsidiadas como las de Europa y los Estados Unidos, fueron ganando escala. La expansión de la producción bajo arrendamiento fue un paso más de esta nueva y pujante agricultura argentina.
Los “pooles”, ya convertidos en “empresas de siembra”, sostuvieron a su alrededor el desarrollo de todo un esquema de prestadores de siembra, cosecha y pulverización, entre otros dadores de servicios. El resultado: la conformación del actual clúster agrícola nacional, uno de los más profesionales y eficientes del mundo.
Naciones Unidas define la sustentabilidad como el desarrollo que satisface las necesidades del presente, sin comprometer la resolución de las necesidades de las futuras generaciones. Para respetar este concepto, es necesario hacer revisiones constantes en los métodos de trabajo que permitan efectuar ajustes y correcciones.
Una problemática que genera gran preocupación en las últimas campañas es la aparición de malezas resistentes. Surgidas por fallas en el manejo del paquete tecnológico, actualmente el camino más adecuado para combatirlas es, justamente, la corrección del manejo. El bajo nivel de rotaciones, entre otros factores, en la búsqueda de una mayor rentabilidad, favoreció su desarrollo. Es por eso que la rotación de cultivos es el primer paso para atacar el problema, algo que no sólo trae beneficios agronómicos, sino también económicos ya que los especialistas concuerdan en que, por ejemplo, una soja sembrada después de un maíz rinde 16% más.
Desde la industria de protección de cultivos no sólo trabajamos para ofrecer mejores productos, cada vez más amigables con el medioambiente, sino que, a través de los distintos programas de Casafe, acompañamos a todos los eslabones de la producción y a las autoridades nacionales y provinciales.
En ese marco se inscriben las capacitaciones para operarios que realizan tareas de pulverización, que un año más estamos brindando junto al Gobierno de Córdoba. Algo central en esos encuentros, en los que participan unas 2800 personas al año, es la presencia de miembros de la comunidad, lo que nos permite aprender de sus planteos y contribuir a la tarea constante de asegurar la sustentabilidad de la producción agrícola.
Del mismo modo, nuestro programa Depósito Ok, además de asegurar las condiciones adecuadas de manejo y almacenamiento de productos fitosanitarios, nos pone más cerca de las comunidades donde desarrollamos nuestra actividad productiva.
En síntesis, la revisión constante de los sistemas de trabajo permite que la sustentabilidad no sea sólo un concepto, sino un hecho dinámico que contribuye a que la actividad exprese todo su potencial preservando los recursos para las generaciones futuras.