Marcela Evans es licenciada en Psicología y hace 20 años trabajaba coordinando equipos interdisciplinarios de salud mental y atendiendo a sus pacientes en el consultorio en Carlos Casares, plena cuenca oeste lechera.
Ahí se encontraba con un denominador común: varios de sus pacientes trabajaban en tambos y tenían problemas similares vinculados a malestares entre compañeros, que eran fáciles de resolver (pero no por eso menos frecuentes) si se trabajaba en conjunto.
En 2009 y casi como un hobby, le contó este patrón que encontraba a la dueña de un tambo de la zona, que la invitó a trabajar en su establecimiento. Lo hizo durante cinco años hasta que un asesor empezó a notar que ahí pasaban cosas diferentes: “Habían logrado sostener un mismo equipo en el tiempo, los trabajadores se animaban a hacer preguntas en las capacitaciones y había un grupo bien consolidado”.
Con esa observación que venía de un externo que no conocía tanto el camino pero sí el resultado, Marcela empezó a revisar su propio recorrido y diferenciar las intervenciones que había hecho y decidió crear un programa llamado “De grupo a equipo”, que salió de ese establecimiento pero desde hace casi 15 años viene recorriendo tambos ya no solo de las cuencas lecheras bonaerenses sino también de provincias como Córdoba y Santa Fe, además de muchas otras.
Carga con cierta humildad al decir, despacito, que quizás sí se trate de la primera psicóloga en hacer un trabajo de este tipo en el mundo agropecuario. Ahora se presenta como la fundadora y directora de su emprendimiento “Tambo en Equipo” (que este año amplió su marca a “Agro en equipo” por la variedad de clientes que empezaron a acercarse), desde el que fue creando otros programas basados en las necesidades con las que se ha ido encontrando, y que forman -hasta ahora- los tres pilares fundamentales de la empresa.
EQUIPOS DE TRABAJO
En esa primera columna de su trabajo, y la que le dio forma a esta iniciativa, la psicóloga cuenta que el factor común o la queja de todos los productores es la alta rotación de personal, sobre todo en el caso de los tambos.
“Sostengo que esa es en realidad la consecuencia de un montón de cosas que el tambo en general no había adoptado, que quizás sí llegaron de forma más temprana a otro tipo de actividades del campo. Hablo de cosas simples como la cercanía de los productores con sus colaboradores, el conocimiento sobre ellos y sus necesidades y la intención de comprometerlos con un proyecto que llevan adelante a diario”, relata Marcela.
Y amplía: “Todo eso tiene que ver mucho con la comunicación, con cierto compromiso y confianza con la gente con la que trabajamos, que es algo a lo que hay que dedicarle tiempo. Así como en los establecimientos agropecuarios se planifican muchas prácticas, es clave dedicarle tiempo a reunirnos en equipo para saber cómo está nuestra gente, qué necesita para trabajar mejor, hacia dónde quieren ir, qué habilidades tienen y cuáles se necesita potenciar para el trabajo que les toca”.
SELECCIÓN DE PERSONAL
Desde hace un tiempo, también se dedica a ayudar a los productores a conseguir al trabajador indicado para cada puesto.
“Siempre le digo a un productor que a la hora de buscar un trabajador tiene que pensar qué tiene su tambo para ofrecerle, porque no es lo mismo emplear a un joven que a un matrimonio con niños pequeños o a uno con hijos adolescentes”, advierte.
Y completa: “Es fundamental ver qué estructura y qué sistema tenemos que pueda ser más amigable o no con los jóvenes, que en su mayoría hoy quieren compatibilizar la vida laboral con la personal, o que no quieren vivir en el campo o que, si lo hacen, quieren tener acceso a internet”.
Marcela destaca que hay muchas situaciones a tener en cuenta también a la hora de retener ese personal y que crecer en el equipo requiere, básicamente, de poder sostenerlo en el tiempo, por eso es sustancial ver qué necesita un joven, por ejemplo, para decidir trabajar en el campo y no quedarse en el pueblo, donde tiene lo que necesita.
CAPACITACIÓN
También con las necesidades que fue encontrándose como punto de partida, armó un esquema de capacitaciones por categorías: una es el factor humano -de las más importantes dentro de su esquema-, en la que aprenden a trabajar en equipo, convencidos de que el tambo lo requiere, por tratarse de una actividad en la que todas las áreas están interconectadas.
Dentro de esa misma categoría, hay un curso específico para apoyo a los mandos medios: “Son muy importantes también porque son quienes llevan adelante los equipos”. Pero además cuentan con formaciones en buenas prácticas, producción animal, tecnología, maquinaria, forrajes, todas dictadas por docentes y especialistas en cada temática.
En general, constan de 4 a 6 encuentros que se hacen vía Zoom entre las 19 y las 21 horas, después de la jornada laboral, y se graban para que quienes no pudieron acceder en vivo puedan continuar en otro momento.
“Los propios colaboradores ahora piden acceder a las capacitaciones porque quién no quiere aprender, dar su opinión. Quienes están todos los días necesitan muchas veces poder resolver problemas sin esperar la orden de alguien que está ocupado resolviendo otros. Nosotros decimos que las personas tienen que poder crecer para participar, para pensar por qué hacen lo que hacen en sus tareas y tomar decisiones”, afirma.
“Cuando alguien empieza a pensar por sí mismo, a comprender, a dar una opinión y a sentirse más partícipe habiendo crecido en su propio lugar de trabajo, toda su motivación cambia y con ello su compromiso con el establecimiento del que es parte. Muchas veces me encontré con empleadores que pedían a sus colaboradores que hicieran bien determinadas cosas para las que nunca los habían formado y que no habían tenido la oportunidad de aprender a hacerlas”, concluye Marcela.