La escasez de agua en la Patagonia provoca que la lluvia sea el control principal de la producción de biomasa en esa región, aunque las intervenciones antrópicas pueden interferir más allá de lo que se puede esperar sólo por el ambiente.
Un estudio realizado por la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) investigó la producción vegetal -forraje, principalmente- para un período de 30 años y determinó que el impacto de las actividades humanas es claramente negativo, aunque leve.
“Una idea frecuente es que, a menor lluvia, menor productividad. Entonces, si eso va a ocurrir a lo largo del tiempo —por el efecto del cambio climático— podríamos imaginar una tendencia negativa en la producción de materia verde en Patagonia”, explica Gonzalo Irisarri, docente de la cátedra de Forrajicultura de la facultad, en la publicación de divulgación científica “Sobre La Tierra”.
Pero la realidad es más compleja. “También estamos los seres humanos, que ejercemos acciones y podemos afectar la velocidad a la que se genera la biomasa. Ahí surge algo que yo llamo la paradoja de la milhojas, que pone en evidencia una serie de efectos muy intrincados, difíciles de separar”, advierte.
Paradoja de la milhojas
“Si bien ‘la milhojas’ tiene como capas principales el clima y los seres humanos, el clima en sí mismo ya es intrincado. Entonces, primero buscamos entender la complejidad de esa capa estudiando un proceso a gran escala —el fenómeno de El Niño—”, dice el investigador.
En este sentido, concluyó que, “El Niño” y las precipitaciones tienen una influencia notable sobre la producción de biomasa en el 65% de la Patagonia. En los años “Niña”, por su parte, la productividad tiende a ser mayor porque, en general, llueve más en el invierno, cuando cae la mayor parte de la lluvia en esta región.
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Deshojando la milhojas, Irisarri explica que se ordenó en el tiempo la porción de la variación en la producción de biomasa verde que no se relacionó con el clima y se encontró con una tendencia negativa, asociada al impacto humano.
“Es decir, si descontamos el efecto del clima, en las últimas tres décadas, la acción antrópica tendió a bajar la productividad en gran parte de la Patagonia”, afirma.
Desertificación
“En gran parte de la Patagonia encontramos tres grandes patrones de producción de forraje. El primero -’90 y los 2000- es que en un 37% de la región, la productividad creció hasta un punto en el que comenzó la degradación. El segundo -años 2000- muestra que en un 27% del área el proceso de desertificación se aceleró; es decir, la productividad venía bajando y tomó más velocidad. El tercer patrón -década de 2000 y entre ’80/’90-, que afectó un 15% del área, consistió en una caída continua de la producción de biomasa hasta un punto en el que se revirtió y mejoró”, dice el experto.
Al respecto, cita que su trabajo busca alertar en “cuidado, porque también acá hay huella humana, y esta huella es negativa”.
Para concluir, Irisarri dijo que, “un desafío en relación con la desertificación es comprender cuál es la causa, porque si fuera el cambio climático, resultaría difícil generar medidas o establecer qué medidas que hay que tomar. Estas, seguramente serán distintas a las que habría que tomar si las causas estuvieran asociadas a acciones humanas en el territorio”.