a no solamente los alambrados internos han desaparecido, sino que ahora también se están sacando los perimetrales.
Para quien estaba acostumbrado a la imagen del campo delimitado por estos hilos de acero y los postes, con montes de árboles en su interior, la nueva visión puede resultar chocante.
Es que el alambrado tal como lo conocemos nació para atender una necesidad de la ganadería: retener la hacienda en espacios limitados.
Con el desplazamiento de la ganadería extensiva de las zonas netamente agrícolas, desapareció la necesidad de mantener cercas de alambre.
Pero también se han levantado las aguadas y ahora se están levantando los montes que servían como reparo a los animales. Así lo señalan dos contratistas y técnicos de la zona que conversaban durante una reciente visita de Infocampo a la región.
La idea del potrero desapareció de la nueva agricultura. Ahora las superficies son tan extensas como se pueda. Y el manejo diferenciado ya no responde a las limitaciones humanas de tener que subdividir las superficies en figuras geométricas, sino a las características productivas de cada sitio, dadas por el perfil del suelo, la posición en el terreno, etcétera.
Estos nuevos âpotrerosâ se parecen mucho a la imagen del daguerrotipo del siglo XIX. Son superficies casi sin solución de continuidad, cubiertas por el rastrojo de la soja o el maíz, o los cultivos de trigo espigando.
En verdad la nueva agricultura (y la única posible) consiste en captar en forma lo más eficiente posible la energía solar, para transformarla en energía utilizable por los animales y el hombre. Y la nueva ganadería es convertir esa energía y proteína vegetales en proteína animal, lo cual involucra a la leche, el cerdo, el pollo, los huevos y los bifes.
Así, quien compra o arrienda campos paga por la energía solar recibida y el agua aportada espontáneamente por las lluvias. Y el agronegocio pasa por administrar de la forma más eficiente esa cadena de energía.