El próximo domingo siete candidatos competirán en la elección presidencial. El número es confuso. Los dirigentes –y la sociedad- han creado un mundo de ficción en el cual imaginan que cada uno es diferente del otro pero el debate en el Congreso sobre la ley de medios organizó un tablero político distinto. Esta realidad, rebelde, dice que la división real es entre dos grandes bloques.
La Cámara de Diputados el 16 de septiembre de 2009 y el Senado el 10 de octubre del mismo año trataron el proyecto de la ley de medios. Votaron a favor, a través de sus diputados o en declaraciones públicas, la Presidenta, Hermes Binner y Carlos Altamira. Votaron en contra los representantes de Alfonsín, Duhalde, Rodríguez Saa y Carrió. También los diputados de Macri, quien no es candidato y no tiene senadores.
¿Por qué entre 300 leyes votadas en los últimos cuatro años la ley de medios divide las aguas? ¿Por qué no son tan importantes la ley que eliminó las AFJP o la estatización de Aerolíneas o las reformas al Consejo de la Magistratura? Porque cualquiera de estas leyes que hacen al sistema económico o a la distribución del poder son modificables por otras leyes que impongan cursos de acción distintos. Pueden, sin duda, producir desorden fiscal, corrupción o crisis institucionales pero se puede volver. ¿Pero cómo se vuelve del miedo y del silencio?
Suponer que la Argentina no corre el riesgo de situaciones similares a las que han corrido Venezuela o Ecuador es leer una historia incompleta. Pueblos con un nivel cultural promedio mucho más alto que el nuestro cayeron más profundamente que estos dos ejemplos. Cuando un pueblo entero se levanta todas las mañanas y tiene solo el mensaje del gobierno – desde el relato de los hechos cotidianos hasta el informe meteorológico- termina pensando como ese gobierno o estalla. Es curioso como dirigentes, reconocidos por su formación e inteligencia, no pueden entender cosas tan simples.
Si alguno tiene alguna duda debe recordar el fenomenal proceso de desinformación durante la guerra de Malvinas. Todo fue maravilloso entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. Hasta que despertaron, a un costo muy alto.
¿Es serio que los que votaron esta ley aparezcan ahora como opositores a quienes les dieron la concentración de las comunicaciones? En este tema esencial la ingenuidad no es un atenuante.
Porque en cierto sentido, lo que no pasa a través de los medios no existe. Los medios de comunicación son las ventanas abiertas por las que se accede a esta información y ésta no es una metáfora para advertir que nos podemos quedar a oscuras. Son, también, cosas reales y concretas sobre las que la ley de medios puede intervenir casi sin límites: (1)las empresas editoriales, los periodistas de los medios gráficos y la cuota de papel (2)las radios y la televisión, (3) las redes sociales y (4)la comunicación que enviamos y recibimos a través de Internet.
En la campaña electoral que termina pareciera que la Presidenta compite con seis candidatos opositores.La realidad es más simple: de un lado la Presidenta y los candidatos a quienes no les importa –en realidad- el nivel de información que la gente recibe y del otro los que están dispuestos a defender este derecho esencial.
La elección esta definida, pero nadie debería confundirse cuando vota a un opositor. Pregunte antes que hizo cuando votó la ley de medios.
(*) Director de Carta Política