El crecimiento de Manuel Santos Uribelarrea (25), miembro del CREA Santa Isabel, fue vertiginoso. Con apenas 19 años y sus estudios universitarios recién comenzados, en 1998 decidió dar los primeros pasos como empresario: alquiló 500 hectáreas en la zona de Vedia en sociedad con dos amigos y, con el visto bueno de su padre mediante, obtuvo financiación de las compañías proveedoras para la compra de insumos.
Los primeros pasos fueron difíciles, aunque logró sobrellevarlos. El campo alquilado venía de pasturas y las previsiones para la campaña de soja auguraban rindes de 45 quintales por hectárea. Sin embargo, ese año la soja pasó de 205 a 155 dólares por tonelada y los rindes cayeron a unos 2.000 kilos/ha por una inundación. Salieron hechos, porque habían vendido el 50% de la cosecha a 205 dólares y por acondicionar los granos en una planta propia.
En el ciclo 1999/2000 doblaron la apuesta y alquilaron 1.200 hectáreas en dos campos ubicados en las zonas de Junín y Vedia.
En esa campaña, los precios de los granos fueron horribles. Pero tuvieron un buen año en términos productivos: 3.800 kilos por hectárea promedio de soja y 9.500 kilos por hectárea promedio de maíz.
En la campaña 2000/01, Manuel integró su emprendimiento productivo a la empresa de su padre.
El crecimiento en estructura pudo darse recién a partir de 2002, cuando el cambio de costos relativos permitió incorporar un mayor número de empleados administrativos sin correr riesgos excesivos.
Al finalizar el ciclo 2003/04, la firma explotaba 16.170 hectáreas propias y 49.557 alquiladas.
Las bases del crecimiento de la empresa estuvieron dadas por la financiación proveniente de compañías de agroinsumos, entidades bancarias, empresas exportadoras de granos y contratistas.
Estructura
Actualmente la empresa cuenta con operaciones agrícolas en diez provincias: Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis, La Pampa, Entre Ríos, Chaco, Salta, Santiago del Estero y Corrientes. El principal activo de la empresa son los equipos de trabajo que la componen.
La coordinación de las tareas y el procesamiento de la información es algo crítico en una empresa tan diversificada geográficamente.
Por eso, la tecnología aporta una ayuda sustancial: cada encargado regional, además de vivir cerca de los campos que deben manejar, cuenta con una notebook, un equipo de GPS portátil y una cámara fotográfica digital. La centralización y gestión de la información se realiza en el centro neurálgico de la red empresaria, ubicado en Villa Cañás, Santa Fe. Por ejemplo, el encargado de un campo hace una orden de trabajo y se la entrega al contratista; una vez realizado el trabajo, el mismo se corrobora por medio de GPS y luego el encargado hace un parte de trabajo que se carga a la red y se actualiza automáticamente en la sede central de la empresa (Villa Cañás); luego el contratista envía su factura y ésta sólo es aprobada si está computada en el sistema. Toda tecnología. Como el planteo familiar.
En la diversidad está el gusto
La diversificación de la empresa no sólo fue geográfica. También integró negocios alternativos dentro del rubro agrícola. Comenzaron sembrando -a modo de prueba- 80 hectáreas con especialidades de Renessen. Hoy tienen un joint venture con esa compañía y producen unas 18.000 hectáreas de maíz alto oleico y soja con elevado contenido de proteína.
Además, a partir de 2002 la empresa comenzó a reinvertir en campos las utilidades generadas por el negocio de arrendamientos. El foco está puesto en el desarrollo de tierras con monte en el NOA y el NEA. En 2002, por ejemplo, compraron un campo en Las Lajitas, Salta, que a la fecha se revalorizó un 300 por ciento.
La política de la empresa es seguir creciendo en arrendamientos, pero invertir parte de las utilidades en la compra de campos en distintas zonas. No obstante, si bien la capacidad de comprar campos llegó a partir de los resultados del negocio de arrendamientos, la base de la empresa es la producción, más allá de las distintas diversificaciones que puedan tener.