Desde octubre pasado, el precio del barril de crudo se ha vuelto virtualmente loco. Ya venía descendiendo desde junio, por el aumento en la oferta, la sustitución en su uso por el gas natural, la revaluación del dólar y el impacto –menor al esperado- de la geopolítica, sobre todo el conflicto de Irak (aunque también por las situaciones en Libia y Ucrania).
Todos sabemos de la revolución de la técnica del fracturado hidráulico en los Estados Unidos. También tenemos en cuenta que hoy el gas natural representa casi el 25% del consumo mundial de energía primaria, mientras que el petróleo ha disminuido su participación del 50%, en 1970, a alrededor del 30%, en la actualidad.
Pero, estas razones no justifican un desplome tan impactante y tan rápido, a menos que surja de acuerdos geopolíticos, para perjudicar fuentes de financiamiento de países que “se portan mal” y favorecer a otros con mejor conducta, como los Estados Unidos y ¿China?. Las teorías conspirativas no sirven de mucho, pero las explicaciones ortodoxas se quedan cortas, para dar una respuesta eficaz a este caso.
Lo cierto es que el barril WTI costaba U$S 106,9 el 16 de junio de 2014 y bajó a U$S 39,3; es decir un 63%, al 29 de enero de 2015, para luego volver a subir a U$S 52,8 (más de 34%) el 12 de febrero de 2015 (U$S 50,3 actual). Así y todo, la baja en algo más de 7 meses es del 53%, perturbando todo pronóstico. Los que hacen proyecciones deberán seguir arriesgándose. ¡Coraje!
Un conjunto de economistas convocados por el Wall Street Journal situaba, hace unos días, el precio del barril en U$S 63, para fines de 2015. Pero corren el riesgo de equivocarse, ya que es un mercado excesivamente difícil. Así, las Perspectivas del FMI de octubre de 2014, se preocupaban por un shock petrolero (alcista), causado por la escalada del conflicto en Irak.
Se dibujaron, entonces, dos escenarios:
1) Un aumento del 20% en 2015, que se prolongaría durante dos años, hasta un crecimiento cero en 2018, y
2) Se le agrega a 1) una crisis de confianza en inversionistas y caída de las Acciones (en 3% en los países avanzados y 7% en los mercados emergentes).
La simulación permitía obtener una caída del PBI mundial del 0,5 % en el bienio 2015-16, atribuible al precio del petróleo y una baja de entre el 1 y el 1,2% para el caso de crisis de confianza y efectos riqueza negativos, en el escenario 2). Naturalmente, sólo Rusia y Arabia Saudita veían subir en casi 2,5% su PBI, mientras que el resto de las economías avanzadas, China y los mercados emergentes, sufrían bajas –en algunos casos superiores al 1,5%- como por ejemplo, Japón.
Aquí se ve la sensibilidad de la economía mundial al precio de este recurso que apenas representa un 25%, como fuente de energía primaria y que está siendo reemplazado por el gas, en algunos usos.
Loco, loco, loco…
Pero lo que ocurrió fue, como se vió, muy distinto. Veamos:
Se espera que los Estados Unidos superen a Arabia Saudita, en 2015, en la producción de petróleo, al alcanzar los 12 millones de barriles diarios, algo así como el 13% del consumo mundial. En cuatro años, por la baja de costos en la técnica de la fracturación y la incorporación de empresas “grandes” a la explotación del petróleo de esquistos, la producción americana creció 50% y esta suba se terminó de confirmar durante 2014. La OPEP no reaccionó, pese a presiones internas, y mantuvo su cuota de producción. Por ende, al confirmarse que la intervención americana en Irak y Siria se vería demorada o sería sumamente selectiva (sin escalada), se produjo el sobre-actuado derrumbe, que cambió todos los pronósticos.
Por su parte, el FMI que, en octubre, planteaba precios menores del petróleo en 0,9; 1,3 y 3,3% para 2014, 2015 y 2016, respectivamente. Modificó su predicción, al 20 de enero de 2015 (en cuatro meses), llevándolos a -7,5; -41,1 y +12,6%, para dichos años. ¡Pavada de cambio!. Ahora, usa un promedio de U$S por barril de 96,3 en 2014; 56,7 en 2015 y 63,9 en 2016. Por consiguiente, hubo que rehacer todos los pronósticos.
Su nueva proyección de crecimiento de la economía mundial, curiosamente, es 0,3 puntos porcentuales más baja que la anterior, tanto para 2015 como para 2016. El mundo crecería 3,5 y 3,7%, en ambos años, y las economías avanzadas no tendrían mayores beneficios, lo cual es sorprendente, a la luz del modelo corrido cuando se suponía un precio del crudo al alza (¿asimetría o cambio de parámetros?).
La economía rusa caería 3% en 2015, cuando se esperaba que creciera. Y las economías emergentes, en general, serían las responsables de una baja adicional de 0,6 puntos porcentuales. Por ejemplo, Nigeria crecería 2,5 puntos menos que lo esperado y América Latina y el Caribe bajarían su performance en 0,9 puntos porcentuales, mejorando sólo un 1,3%.
La economía energética de los EE.UU..
Una razón que podría haber originado la sobreactuación de los mercados, con los precios de las materias primas y del petróleo, en particular, la da la perspectiva del fortalecimiento del Dólar, al haber alcanzado (todavía en veremos) la economía norteamericana, el nivel de desempleo buscado y que se considera “tasa natural” a fines de 2015. Las “facilidades cuantitativas” de la Reserva Federal ya concluyeron y ahora empiezan, en marzo y por 19 meses, las del BCE, para emitir Euros..
Ya se notan síntomas inflacionarios en algunos consumos básicos en los EE.UU., por lo que la mayoría de los analistas apuesta a una suba de la tasa de referencia para el Dólar, a mediados de 2015. Lo cierto es que la moneda americana se ha revaluado más de 20% en relación al Euro, en no más de tres meses. Y en ello radica, probablemente, y junto con la baja de los precios de las materias primas, el impacto fulminante del deterioro del crecimiento esperado para las economías emergentes que, por supuesto, tienen su máxima expresión –como se dijo- en Rusia o Venezuela (caídas del 3 y del 7% en el PBI, para 2015).
La economía americana crecerá 3,6 y 3,3% en los próximos dos años y su proyección, por el FMI, fue ajustada al alza en 0,5 y 0,3 puntos porcentuales.
El auge del petróleo y del gas de esquistos, en este país, repercute indirectamente en su comercio y, por ende, cumple el triple efecto de estimular las exportaciones de gas y de manufacturas intensivas en petróleo y gas, y de reducir -por otra parte-, los costos de sus importaciones remanentes de combustibles.
Así, el gas no convencional de los Estados Unidos, cambió la geografía del comercio energético mundial. Las importaciones americanas de combustibles fósiles cayeron a MU$S 225.000 (1,3% del PBI) en 2013, desde MU$S 412.000 (2,8% del PBI) en 2008. Como consecuencia, disminuyeron también la demanda y los precios del carbón que, a su vez, alentaron mayores ventas externas a Europa, donde reemplazó al gas natural, cuya demanda cayó (menor dependencia de Putin). El nivel máximo de importaciones fue de 12,5 millones de barriles diarios (2005) y bajó a 7,7 mbd, en 2012. Para gas natural, en el mismo lapso, la caída es de 3,6 a 1,6 billones de pies cúbicos (un 55,6% en siete años).
Un trabajo del FMI demuestra que, desde el comienzo del uso del gas no convencional, las exportaciones de productos manufacturados americanos crecieron al 6% anual. También, que cambió la composición de las exportaciones industriales, bajando del 50 al 32%, entre 2000 y 2012, las que no son intensivas en energía y creciendo del 20 al 38%, las que sí lo son.
Como el mercado del gas (va por ductos) no está trasnacionalizado (lo que sí ocurre con el del petróleo) y el impacto del transporte de GLP (a re-gasificar) todavía es muy bajo, se estudió la correlación entre el diferencial de precios, (ratio entre el MUY bajo vigente en los EE.UU. y el más elevado en el resto del mundo), y a este ratio se lo consideró variable clave en la medición de la intensidad energética de los productos exportados.
Se llegó a elasticidades de respuesta superiores al 42%, lo cual le crearía a la política de la administración de Obama, el trade-off entre el precio bajo del petróleo y bajísimo del gas, que perjudican a sus contrincantes geopolíticos y beneficia a sus exportaciones gasíferas e industriales, versus los valores necesarios para continuar la expansión por fracturación, de la explotación de petróleo y de gas de esquistos que, aparentemente, se desarrollaron (por menores costos marginales) en el escenario de un barril del crudo en torno a los U$S 100. Difícilmente resistirían un desarrollo futuro tan impactante como el registrado, con un barril a U$S 50, como cuesta actualmente.
Quiere decir que es muy difícil predecir a dónde irá a parar el ya, muy loco, precio del petróleo. Casi nadie apuesta a una recuperación del precio del gas por mayor consumo, ya que la baja registrada en los EE.UU. habría venido para quedarse (de U$S 6,5 por millón de BTU a menos de U$S 3,9, proyectados para 2015).
De cualquier manera, suponiendo el cumplimiento de los dos pronósticos comentados (Wall Street Journal y FMI) para 2015, algunas economías de América Latina se verán particularmente perjudicadas: Venezuela, Colombia, México y Ecuador. La Argentina vería demorados sus proyectos de Vaca Muerta y PEMEX la entusiasta incorporación de capital privado. Mientras tanto, Chile, Uruguay, Paraguay y América Central y el Caribe festejarían ampliamente una caída del precio del crudo.
¿Hasta al próximo ataque de locura?.
Por Jorge Ingaramo. Economista agropecuario.
Especial para infocampo