Según informa el INTA, El Bajo Delta del Paraná se transformó en el hábitat de una esta especie única: sólo quedan unos 500 individuos.
Allí, investigadores del INTA y del Conicet, junto con productores y asociaciones civiles, trabajan en la búsqueda permanente del equilibrio entre la producción y la conservación del ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus).
Como parte de su comportamiento natural, el ciervo se alimenta de brotes frescos y, a veces, con la cornamenta rasca las cortezas de los árboles. Estos hábitos causan daños en las plantaciones, lo que deriva en que los productores tengan menos tolerancia de su presencia y genera una tensión en la relación con el animal.
Javier Pereira, investigador del Conicet y director del proyecto, cuenta que “los productores tienen una visión particular sobre el daño que genera el ciervo, lo presentan de una manera sobredimensionada y la mayoría de ellos lo percibe como un gran conflicto pero, según el relevamiento hecho a campo, en muchos establecimientos no se encontraron daños, o eran menores, y no se traducían en grandes pérdidas”.
La investigación mostró que, sobre un total de 76 productores, el 76 % reportaron daños a los árboles generados por el ciervo (hojas ramoneadas, corteza deshilachada por el restregado de las astas), pero la mayoría, productores grandes y medianos, percibió bajos niveles de daño por propiedad con efectos económicos insignificantes.
Sin embargo, según Natalia Fracassi, investigadora del INTA y parte del proyecto, “el 5 % de los productores, normalmente empresas familiares, percibieron altos niveles de daños y pérdidas económicas y apoyaron la eliminación de individuos como opción de manejo”.
Para Pereira, el problema podría estar focalizado. “Muchos productores no están tan atentos al daño porque tienen un resguardo económico, pero no ocurre lo mismo con quienes tienen pocas hectáreas de producción, como los mimbreros con una o dos hectáreas, que si se les presenta algún daño podrían verse afectados económicamente”, afirma el investigador.
Los investigadores apuntan a trabajar para lograr una armoniosa convivencia a partir de las buenas practicas agropecuarias y no mediante la eliminación de los individuos.
“Tenemos información de base, como la distribución del ciervo y su ecología espacial (áreas de vida, movimientos a escala fina, preferencias de hábitat) para identificar distintas soluciones y plantear estrategias que minimicen los daños ocasionados por el animal sobre las plantaciones forestales y que el productor no los persiga”, asegura Fracassi.
Ante este escenario surgió el Proyecto Pantano, del que participan investigadores del Conicet y el INTA, ONGs ambientalistas, productores y empresas forestales, un ambicioso proyecto de investigación que pretende sentar las bases de un plan de conservación para la especie en el Delta del Paraná.
En conclusión, según los expertos el futuro del ciervo depende de la integración del manejo forestal a la estrategia de conservación de la especie y de la generación de prácticas de producción compatibles con el mantenimiento de la biodiversidad.