En los lotes argentinos empezó a asomar un nuevo cultivo, que apunta a generar valor agregado, sustentabilidad en el lote y buenos negocios para los productores.
Se trata de la carinata, una oleaginosa de cobertura invernal, que se usa para la elaboración de biocombustibles para aviación y también representa una alternativa para diversificar la rotación.
A nivel nacional, se extiende en una superficie de 32.000 hectáreas, de las cuales el 50% se encuentran en Entre Ríos. Más allá de sus prestaciones agronómicas, el cultivo juega desde el lote hasta el valor agregado y en ese punto reside una de sus mayores fortalezas.
“Su gran valor está en la cadena”, explicó Jorge Moutus, gerente general de Nuseed para Latinoamérica.
La firma comercializa las semillas de carinata que se siembran en Argentina. Por el momento, trabajan con un híbrido de ciclo largo y en próximos desarrollos buscarán reducir los tiempos de madurez.
EL DESAFIO DEL MILLÓN DE HECTÁREAS
Después de una experiencia en Uruguay, en 2019 empezó la siembra de los primeros lotes en nuestro país. Las primeras campañas fueron de 1.500 hectáreas y a partir de ese momento, el cultivo tuvo un crecimiento exponencial, hasta llegar a las actuales 32.000 hectáreas.
Para la próxima campaña, esperan llegar a las 75.000. Pero el objetivo de máxima, según reconoció Moutus, es alcanzar el millón de hectáreas, superficie que ubicaría al cultivo en una línea similar al sorgo o la cebada.
El cultivo guarda un as bajo la manga: si bien es de cobertura, genera rentabilidad. Todos los productores que eligen esta oleaginosa trabajan bajo modalidad de contrato, por lo que tienen asegurado un precio final por su cosecha.
Con un buen nivel de producción, los márgenes de rentabilidad que maneja son similares a un trigo de 3.500 kilos por hectárea. En paralelo, los agricultores reciben bonificaciones al certificar su producción.
En promedio, los productores que trabajan con este cultivo comenzaron manejando una superficie promedio de 60 hectáreas, que en la actualidad crecieron a 140 hectáreas.
En la presentación del cultivo, que se llevó a cabo esta semana en la ciudad de Buenos Aires, tanto los directivos de la empresa como coincidieron en un punto: la carinata no viene para desplazar a ningún cultivo.
Otro factor de peso es que al ser un cultivo que no se emplea para consumo humano, permite producir valor agregado sin representar una competencia para la producción de alimentos.
UN NEGOCIO DE PUNTA A PUNTA
La firma Grobocopatel Hermanos es la encargada de recibir y acopiar el grano. El destino excluyente para esta producción es la elaboración de biocombustible sustentable para la aviación. Se trata del SAF, sigla para denominar el Sustainable Aviation Fuel.
Según explicaron desde Nuseed, entre sus prestaciones permite reducir de manera significativa el impacto en el medioambiente, al recortar de manera significativa las emisiones de dióxido de carbono.
El sistema de producción del cultivo obtuvo la mejor reducción de gases de efecto invernadero (GHG) en su clase, certificado por la Mesa Redonda de Biomateriales Sustentables.
En este eslabón del negocio, el cliente es Saipol. Se trata de una empresa de capitales franceses y es el mayor elaborador de biodiésel en el Viejo Continente. El porcentaje de uso del SAF en la aviación es ínfimo, por lo que el potencial de crecimiento de la cadena de valor de la carinata es enorme.
El ciclo del cultivo dota de una gran plasticidad al esquema y además de generar rentabilidad a partir de cobertura, tras su cosecha se puede implantar soja o maíz.