Con una superficie aproximada de 3,7 millones de ha, la alfalfa es la forrajera principal para los sistemas ganaderos argentinos por el volumen (hasta 30 t MS/ha con riego suplementario) y la calidad del forraje (alrededor de 20% PB) que genera. Por lo tanto, un manejo adecuado del cultivo permite cubrir los requerimientos proteicos de animales de alta producción sin suplementos.
Además, al tratarse de una leguminosa, aporta nitrógeno al suelo a través de las bacterias simbióticas que crecen asociadas a ella aportándole alrededor del 50% de sus requerimientos, a condición de que el cultivo esté bien provisto de fósforo.
Si bien encuentra sus mejores condiciones de desarrollo en ambientes de baja humedad y suelos sueltos –tal como sucede en el oeste de la provincia de Buenos Aires–, el proceso de agriculturización ha ocasionado un desplazamiento de la ganadería a los peores ambientes dentro y fuera del área pampeana donde debe soportar condiciones más limitantes.
En los párrafos siguientes se discuten algunos conceptos generales importantes para usar la leguminosa exitosamente, y se presentan datos de experiencias realizadas en Vertisoles de Entre Ríos caracterizados por condiciones edafo climáticas limitantes como horizontes duros, bajo niveles de fósforo, temperaturas elevadas y exceso de humedad e inundaciones cada vez más recurrentes y extremas. Estas condicionantes, en muchos casos comunes a los problemas que se originan en otras regiones fuera de áreas agrícolas, determinan que la expectativa productiva no supere 3 o a lo sumo 4 años.
Una implantación exitosa es el primer paso para lograr un cultivo productivo. Una densidad de plantas establecidas adecuada exige la siembra de semilla de calidad (fiscalizada), lo cual se traducirá en una producción precoz, elevada y persistente. El hecho es particularmente importante en especies como la alfalfa, donde no hay propagación post siembra ni por semilla ni a partir de las plantas iniciales.
En buena parte de la región pampeana los cultivares de reposo intermedio (6-7) y bajo (8-9) tienen una producción anual similar, aunque con mayor potencial de crecimiento invernal de los últimos. La alfalfa se adapta a pastoreo rotativo con períodos cortos de uso y adecuado descanso entre defoliaciones, con lo cual se incrementa la producción de forraje y animal reduciendo tanto la selección –especialmente brotes tiernos causantes potenciales de empaste- como el rechazo por calidad –cerca de orina y deyecciones- controlando simultáneamente las malezas. Con pastoreo continuo y alta carga o rotación muy corta, se produce un marcado deterioro en producción y persistencia.
En experiencias realizadas en INTA Concepción del Uruguay, la asignación diaria de forraje prácticamente duplicó la eficiencia de cosecha en relación con la semanal (69 vs 44%). En la medida que aumenta la eficiencia de utilización empeora la producción animal individual -altamente compensada por el incremento en producción por hectárea- ya que cada animal consume menos cantidad de forraje y más tallos en relación con las hojas.
Sin entrar en consideraciones metodológicas, el concepto de Tiempo Térmico (ºCd) es especialmente utilizado en fenología y desarrollo de cultivos agrícolas para representar un lapso de tiempo. Su ventaja es que se trata de un parámetro relativamente constante que permite realizar extrapolaciones seguras entre sitios y estaciones del año. Aplicado a rebrotes de alfalfa en condiciones ambientales diversas de Concepción del Uruguay se ha observado que la producción de forraje prácticamente no se incrementó por encima de 500 ºCd (serían más días en invierno que en verano), momento en que las pasturas se encontraban en estado de yema floral temprana con 13-14 nudos acumulados.
Las hojas representaron alrededor de un 50% del forraje aéreo total acumulado y por encima de ese valor su contribución disminuyó. Por lo tanto, el tiempo máximo entre dos utilizaciones sucesivas no debería exceder los 500 ºCd o 13-14 nudos, de modo de compatibilizar objetivos de producción y calidad nutritiva del forraje para el ganado. En tal sentido, grupos de productores con alto grado de tecnificación del país (CREA) inician el pastoreo del cultivo cuando las plantas alcanzan el octavo nudo en el tallo principal, momento coincidente con el inicio de la senescencia de hojas.
Estacionalmente, el crecimiento primaveral de las plantas empieza con la movilización de las reservas acumuladas durante otoño-invierno. Aún con descansos muy largos de hasta 45 días, la reposición en el nivel de reservas fue mínima cuando las horas de luz superaron el umbral requerido para la floración, como sucede durante primavera y verano en la región alfalfera. Por lo tanto, el intervalo entre defoliaciones previo al otoño debería guiarse por la obtención de una cantidad importante de forraje de calidad que cubra los requerimientos animales.
Durante el verano la producción varía según la disponibilidad de agua. El riego puede determinar aumentos espectaculares de la tasa de crecimiento de alrededor del 1200 %, no aconsejándose aplicarlo hasta una semana después del pastoreo para no favorecer el desarrollo de malezas. Además en Vertisoles debe evitarse un elevado caudal de agua, ya que son suelos con baja infiltración que se saturan rápidamente.
El otoño es crítico en el manejo de la alfalfa, ya que de las reservas radiculares que se acumulen dependerá supervivencia invernal y la precocidad del crecimiento primaveral. Un crecimiento continuado de alrededor de 5 semanas previo a la fecha promedio histórico de primera helada del sitio lograría el objetivo. Superado ese período, puede pastorearse en invierno, pero cuanto más intensa sea la utilización en esta época más se afectará el vigor y potencial de crecimiento en primavera.
Cualquier manejo que se aparte del ideal -por ejemplo no todos los lotes tendrán un tiempo de crecimiento otoñal de 5 semanas previo a las heladas- afectará la producción y persistencia. Si cada año se cambian los lotes “castigados”, o se sacrifican aquellos lotes que están prontos a ser roturados el efecto negativo será mínimo.
Los sistemas ganaderos utilizan distintas combinaciones de recursos para lograr rentabilidad. Para cubrir el bache de producción de forraje invernal con alfalfa mayormente, se suelen emplear cultivares con bajo grado de reposo. Dado que tendrán una producción invernal variable, a menudo baja, se deberá conservar forraje excedente de la primavera para sostener una carga animal anual aceptable. Esas reservas significan un costo y alimento de calidad menor al forraje en pie.
Una alternativa es sembrar superficies menores de cultivares de mayor reposo y menor producción invernal, complementadas con verdeos de invierno. El elevado crecimiento de raigrás anual y avena en este momento, permite mejorar la carga invernal con superficies pequeñas y elevar la carga anual del sistema.