Ubicado en plena “medialuna de las tierras fértiles”, con 12 M de has cultivables, Irak posee un importante potencial agropecuario. Aun con la violenta situación política actual, su producción de trigo y cebada podría triplicarse y llegar en poco tiempo a 6 M/t. Eso, además de evitar su dependencia del trigo estadounidense, canadiense y australiano, le dejaría un saldo exportable de 3 M/t. La pregunta es si eso traerá prosperidad. El Plan para la Reconstrucción y el Desarrollo Agrícola de Irak manifiesta en forma cada vez más explícita su objetivo: “Posicionar a las multinacionales estadounidenses y europeas como los grandes protagonistas de los agronegocios iraquíes en los próximos años”, según un informe de la ONG Grain. Cuando el administrador de la Autoridad Provisional de la Coalición, L. Paul Bremer III, abandonó Bagdad el año pasado, dejó detrás varios decretos, entre ellos la enmienda a la ley de patentes iraquí de 1970, que prohibía la propiedad privada de recursos biológicos. La nueva ley transforma en ilegal la práctica de guardar e intercambiar semillas de las variedades introducidas en el país por las multinacionales. “Tras la nueva ley emergen los intereses de Monsanto, Syngenta, Bayer y Dow Chemical, entre otras empresas, que durante 20 años tendrán el monopolio de sus productos”, señala el informe mencionado. El primer paso es inducir a los campesinos a abandonar sus propias semillas (muchas de ellas desarrolladas localmente para adaptarse a la salinidad de la irrigación natural) y que adopten masivamente variedades extranjeras. Recientemente, los “Tigers” (una brigada del ejército estadounidense) repartieron 434 t de semillas entre campesinos, aduciendo que los cultivos locales “están bien para el ganado, pero es hora de que los iraquíes mejoren su nutrición”, declaró el mayor Carrie Acree.