Pero como dijo Hugo Biolcatti, vicepresidente de la SRA y productor tambero en Carlos Casares, a Infocampo, âsi el capital va a la inversión, tanto da que sea nacional o extranjeroâ.
Posiblemente esta suerte de discriminación comercial sólo busque tapar otros intereses, pero como es lo que se argumenta públicamente, es una buena oportunidad para recordar cómo en más de una ocasión el capital externo sirvió para mejorar la competitividad del agro argentino.
Para ello traemos a cuento la historia que narra Eduardo Jacobs, cuando a mediados de los 80 escribió un libro sobre la industria semillera argentina.
Allí cuenta que a comienzos de los 50, el ingeniero Ramón Agrasar empezó a invertir tiempo y dinero en el desarrollo de la soja en la Argentina.
Él veía que había una oportunidad para colocar la lecitina de soja en la industria farmacéutica y se dedicó, con su empresa Agrosoja, a ensayar a lo largo y ancho del país este novedoso cultivo.
Curiosidades de la historia, pero a fines de esa década concluyó que el negocio no funcionaba y entonces se planteó producir alcohol con almidón obtenido de cereales.
Así se puso en contacto con Dekalb, una semillera líder en híbridos en los Estados Unidos, que le envía sus híbridos de sorgo, que eran toda una novedad en la Argentina.
Cuenta la historia que el mismo presidente de Dekalb, Tom Roberts, vino a ver personalmente el trabajo de Agrasar y su Agrosoja, con los sorgos.
En 1961, los vaivenes de la economía local dejaron a la compañía de Agrasar con una deuda importante en dólares con Dekalb. Pero viendo el potencial del agro argentino (el mismo que ahora ve Adeco en la producción de leche), en vez de ir a juicio por la deuda, Dekalb decidió capitalizar el crédito y desembarcar con el negocio semillero en la Argentina.
El mismo Agrasar pasó a desempeñarse como presidente de la compañía (¡lo fue hasta 1987!), que tuvo entre sus filas a fitomejoradores de peso, como Fabio Nider, recientemente fallecido.
¿Cuánto le deben los productores argentinos a esta clase de emprendedores y tomadores de riesgo? En los 60 había una empresa argentina, de capitales nacionales, que estaba endeudada en dólares. Y vino su acreedor extranjero para asociarse y quedarse en la Argentina, compitiendo y generando tecnología. Buscando ganar más, por supuesto, pero también haciéndole ganar más al productor. Ese era el negocio y lo sigue siendo.
Pero, ¿qué hubiera pasado si los señores de Dekalb se hubieran encontrado con un ambiente hostil al desembarco de su inversión? Aunque sea a modo de ejercicio, hagamos un ejercicio de reflexión.