Hace 16 años, 62 gauchos arremetieron contra el desierto para homenajear a Diolinda Correa, una mujer que fue encontrada en 1841, muerta por deshidratación, pero con su niño vivo mamando. Una historia de milagros acompaña esta leyenda, donde se mezclan devociones religiosas, el agradecimiento por las buenas cosechas y un reverdecer de la identidad gaucha. Declarada de interés nacional y con la colocación de la piedra fundamental de un futuro monumento al gaucho, esta fiesta es un hecho inenarrable, que sólo puede respirarse en su real dimensión, de a caballo, e inhalando en el polvo del desierto nuestras verdaderas raíces y la tradición federal.
Marianela Garbini enviada especial