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¿Hay algo que pueda compensar la mala cosecha 2018?

La mala cosecha pasada, a resultas de los problemas climáticos acaecidos durante el verano, no es sólo un tema de rentabilidad, sino...

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Por Manuel

Economista y Profesor de la Maestría en Agronegocios de la UCEMA

En respuesta a si “¿Hay algo que pueda compensar la mala cosecha 2018?”, pienso que debe mejorarse el sistema de financiación. Veamos: La mala cosecha pasada, a resultas de los problemas climáticos acaecidos durante el verano, no es sólo un tema de rentabilidad, sino también un grave inconveniente para afrontar la campaña iniciada.

¿A qué nos referimos? A que no solamente exige ajustar el cinturón para afrontar los gastos de vida. También, viene a demandar un esfuerzo de enorme ingenio para posibilitar, con poco dinero en el bolsillo,  las inversiones para esta campaña.

Si fuese éste un país relativamente “normal”, el medio razonable de todo inversor se sustentaría en el sistema financiero. Pero, dada la aguda crisis por la que el país atraviesa –como  en tantas otras ocasiones-, la tasa de interés nominal ha llegado a niveles alarmantes, lo que ahuyenta al productor del sistema. Para peor, todo indica que la economía ha entrado en una fase de tasas activas elevadas, cuya duración dependerá del  éxito de la nueva política fiscal, monetaria y cambiaria, especialmente en lo que respecta a la estabilidad del tipo de cambio y el nivel de inflación.

Este cuadro, además de herir el sistema de préstamos, golpea duramente a las tarjetas de crédito dirigidas al sector rural. Como las tasas de interés recaen también sobre éstas, su utilización está en proceso de agonía. Y los convenios  de pago a 180 días libres sin interés  han quedado en el valle del olvido.

En este contexto ¿qué puede amortiguar la escasez de recursos financieros? Más claramente, ¿qué puede reducir el golpe a la inversión? Como el problema no es nuevo en la historia de nuestro país, existe un mecanismo -ya desarrollado- para paliar la situación. De hecho, hoy por hoy  el productor está optando por éste.  Se trata del financiamiento a través del canje de insumos por granos,  a entregar en seguida de la cosecha, implementado mediante la acción de cooperativas, acopios y proveedores de insumos, donde la relación entre prestador y tomador se basa en la confianza, pilar del acentuado “capital social” propio del área rural.

En ausencia de un racional financiamiento, el canje surge cuando los productos del campo son comercializados por el productor como forma de pago por otros bienes, locaciones o servicios recibidos con anterioridad a la entrega de la producción.

Está claro que éste no es un mecanismo ideal. Por el contrario patentiza la falta de moneda en nuestra economía. Sin embargo,  tiene sus ventajas.  Por ejemplo, si es por el 100% de la operación,  como no existe pago en efectivo,  se obvia la retención de IVA del 8% en la liquidación de granos. De esta forma,  además, se evita la acumulación de créditos fiscales de difícil recuperación.  Y hay otra ventaja que vale destacar: cualquier operación mediante canje no queda sujeta  al Impuesto sobre los Débitos y Créditos, pues no existen movimientos en cuentas bancarias.

Obviamente,  tal mecanismo tiene un costo para el productor, pues se aplican tasas de interés en dólares que van del 1 al 1,5% mensual o, en su defecto,  el precio -al momento del retiro  de los insumos-  se convierte directamente al equivalente de la cotización de la soja MATBA/ROFEX Mayo 2019.

Vale remarcar, con este cuadro de situación, la importancia de perfeccionar más este mecanismo sustentado en el histórico “trueque” a fin de posibilitar una adecuada inversión para toda campaña. 

El tema no es de menor importancia, porque acá está el cuello de botella. Cuando los recursos decaen, la que más sufre es la inversión a través de una menor cantidad y calidad de fertilizantes, de semillas, de estudios, de asesoramiento,  eventualmente  de una baja  en la compra de maquinarias, etc.  Es decir: no solo es una cuestión de productividad empresarial del eslabón agrario; también es un factor de debilitamientos de los distintos agentes de la cadena agroindustrial, fundamentalmente, de los eslabones aguas arriba.

* Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA

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