Un equipo de arqueólogos del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, CONICET-UNT) halló macrorrestos carbonizados de granos de maíz (Zea mays) de 3.500 años de antigüedad en la Quebrada de Los Corrales, al oeste de la provincia de Tucumán.
Esta microrregión arqueológica se encuentra por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar, en el sector norte de las Sierras del Aconquija, en el abra de El Infiernillo. Allí el equipo, coordinado por los investigadores Jorge Martínez y Nurit Oliszewski del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, CONICET-UNT) encontró los restos arqueológicos.
Se trata de unos fragmentos quemados de maíz provenientes de un contexto de inhumación funeraria (pozos de cremación), que permite comenzar a comprender la visión que las antiguas sociedades tenían sobre los rituales y la muerte. Al mismo tiempo, despierta nuevos interrogantes acerca de si el maíz se llevó al sitio para un evento especial, si era parte de una comida, o bien, si estaba allí como ofrenda.
“Hasta ahora, lo que se conocía para el NOA eran maíces con una antigüedad que data del año 0 de la Era Cristiana en adelante”, explica la científica; y agregó que en esa región “no existen antecesores del maíz silvestre, al ser únicamente doméstico, tuvo que ser traído desde otras regiones”.
Los científicos desconocen quiénes introdujeron el maíz en el noroeste argentino. “No fueron los Incas porque ellos llegaron apenas un poco antes que los españoles, hace unos 600 años”, explicaron. El presente hallazgo que data de 3.500 años (1.550 años a.C.) trae consigo preguntas y certezas.
El lapso que va desde el 2.000 a.C. hasta el 0 se conoce como “período transicional” porque es el paso de los cazadores-recolectores nómades a grupos agro-pastoriles sedentarios. El hecho de que el maíz aparezca en este momento de transición da la idea de grupos que ya estaban buscando asentarse en este lugar.
Este hallazgo de macrorrestos de maíz es el más antiguo para el NOA y para el norte de Chile. En la Puna, los arqueólogos ya habían encontrado microrrestos -aquellos que se observan solamente a través del microscopio- y antiguos artefactos de molienda, como morteros, pero nunca macrorrestos tan antiguos.
En el laboratorio, los fragmentos también fueron analizados mediante un microscopio que permitió detectar microrrestos que son diagnósticos del maíz: gránulos de almidón y silicofitolitos. “El diagnóstico dado por los microfósiles nos confirmó que era maíz lo que a simple vista ya parecían ser pequeños fragmentos quemados de la planta. Esto significa que ambos análisis, el micro y el macro, nos dieron el mismo resultado, lo cual nos genera mucha confianza”, dijo Oliszewski.
Otro gran hallazgo
Además de maíz, el grupo de arqueólogos también encontró granos de quinua doméstica asociados a ese momento. “La quinua fue recuperada junto con los macrorrestos de maíz en otros sitios de la Quebrada de Los Corrales. Fue fechada en 3.040 años AP (antes del presente)”, explica Guillermo Arreguez, becario doctoral en ISES, CONICET-UNT, que las identificó.
El hallazgo es de gran relevancia porque demuestra la asociación de dos plantas, el maíz y la quinua, que fueron parte de los recursos alimenticios más importantes de los grupos prehispánicos del NOA y del mundo andino. Además representan los restos macroscópicos más antiguos de Tucumán hasta el momento.