Es tiempo de repensar la actividad y eso merece un mayor grado de responsabilidad de todo el sector. El campo va mutando inexorablemente. El desafío no es alimentar al mundo, sino cómo se lo hace, y qué tan sustentable es la forma en que producimos para preservar en la Argentina los 3 millones de km2 de superficie de tierra fértil aproximados que tenemos.
Existen empresas que desarrollan productos del suelo y para el suelo, y entienden hace años este compromiso con la actividad.
En un escenario donde prevalece la temática asociada a la resistencia de malezas, insectos y enfermedades a los principios activos utilizados con mayor frecuencia, se debe acudir a prácticas tecnológicas que permitan un mejor desarrollo del cultivo favoreciendo su comportamiento frente a condiciones adversas, traduciéndose en mayores rendimientos.
La biotecnología trae soluciones. En el cultivo de soja, la tecnología de inoculación con Bacillus subtilis, -una bacteria que tiene la capacidad de solubilizar fósforo e inducir en la planta una respuesta defensiva contra el ataque de patógenos, además de sintetizar compuestos antifúngicos y antibacterianos- representa una novedad que asegura eficiencia en su utilización. Investigaciones y ensayos realizados muestran incrementos de rendimiento del cultivo debido al efecto sinérgico que ésta bacteria tiene cuando se la inocula junto otras fijadoras de nitrógeno (Bradyrhizobium japonicum) o promotores de crecimiento como Azospirillum brasilense.
En cultivos como maíz y trigo, si bien la práctica de inoculación aún no está culturalmente incorporada, se están observando nuevos criterios de conveniencia y se aproxima un cambio de paradigma, una tendencia a la utilización de promotores de crecimiento, y fungicidas biológicos, dada la óptima relación entre costos y múltiples beneficios.
La tendencia y los resultados, indican que las nuevas tecnologías de inoculación, seguirán siendo una herramienta fundamental y clave para el futuro del campo.
Por Guillermina Tropeano. Ingeniera Agrónoma en Nitrasoil