La Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) designó nuevo director al brasileño José Graziano, con el apoyo de Argentina y de toda la UNASUR. Este organismo, creado en 1945, ayuda a los países en desarrollo a modernizar y ampliar su agricultura, silvicultura y pesca, y aliviar así la pobreza y el hambre.
Poco antes, otra reunión de FAO, esta vez conjunta con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), había llamado la atención al mundo sobre el impacto de la exposición a pesticidas peligrosos, especialmente, en niños y niñas involucrados en trabajos rurales.
La relación entre los dos acontecimientos políticos puede encontrarse rápidamente mirando hacia adelante, en un tercero y más trascendente: la Cumbre de la ONU sobre Desarrollo Sostenible de Río de Janeiro 2012. Y al detenernos en uno de sus tema centrales: la “economía verde” en el contexto de la erradicación de la pobreza.
En ese mismo camino, ya desde 2004 convenios de la FAO sobre ciertos plaguicidas y productos químicos peligrosos se proponen proteger la salud humana y el medioambiente. Para ello, la organización ha confeccionado una lista de 40 químicos peligrosos para el comercio internacional.
Los niños y niñas tienen menor tolerancia a las sustancias tóxicas y su capacidad de eliminar las toxinas también difiere de la de los adultos, según los especialistas de la FAO. La exposición a químicos peligrosos puede afectar su desarrollo físico y neurológico. De hecho, por mera distracción pueden terminar cerca de un área con pesticidas. Imaginemos si son parte del trabajo rural.
Esto es clave porque la OIT estima que hay unos 215 millones de niños trabajadores en el mundo, de los cuales 115 millones están involucrados en trabajos peligrosos. Cerca de 59 por ciento (es decir, 68 millones) de los niños involucrados en trabajo infantil peligroso trabajan en la agricultura, la mayoría de ellos en países en desarrollo.
Por “trabajo infantil” se entiende el que es peligroso y prejudicial para el bienestar físico, mental o moral del niño; que les priva de la posibilidad de asistir a clases o les exige combinar el estudio con un trabajo pesado, en fin, que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad.
Los convenios de la FAO estipulan obligaciones para reducir o eliminar la producción y utilización de determinados plaguicidas y productos químicos industriales que constituyen Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs).
Uno de ellos, el Convenio de Estocolmo sobre COPs, aprobó en abril pasado la incorporación a esa lista del pesticida endosulfan, que combate insectos que afectan a la soja, pero también elimina a sus predadores naturales.
Argentina respaldó allí la progresiva eliminación del uso de ese pesticida en nuestros campos de soja, maíz o algodón, y prepara su instrumentación a través del Senasa, que buscan alternativas viables, además de asistencia financiera y técnica para cumplir ese objetivo durante 2012.
Nuestro país sigue ofreciendo así a nivel local e internacional pruebas de su responsabilidad ambiental y de su decisión de proteger la salud humana, con el mismo espíritu con el que prepara a nivel diplomático la Cumbre de Desarrollo Sostenible de Río de Janeiro de 2012.
* Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas