En un extenso discurso grabado que pronunció desde la Residencia de Olivos, el presidente Alberto Fernández inició el viernes por la tarde lo que decidió llamar una “guerra contra la inflación”.
No dio demasiados detalles sobre cómo será ese “ataque” contra la suba de precios, salvo por la decisión de aumentar las retenciones a harina y aceite de soja y crear un “fondo estabilizador del trigo” oficializada este sábado en el Boletín Oficial.
Precisamente, el cereal ocupó varios de los párrafos expresados por el mandatario: si bien reconoció que la inflación es un mal endémico de la Argentina –utilizó, en rigor, la palabra “maldición”– y que no obedece solo al aumento de los precios internacionales de los alimentos; a la vez mencionó que esta coyuntura internacional complica aún más el panorama y por eso se tornan necesarias medidas como las anunciadas.
Palabra oficial
De manera textual, las palabras del Presidente en relación al trigo fueron las siguientes:
En las últimas semanas, otra situación se ha agregado para agravar este contexto inflacionario. El mundo se ha visto convulsionado por un hecho muy desgraciado. Todos los días vemos imágenes en la televisión de la guerra con su muerte y su devastación. Esta guerra afecta básicamente al país que sufre esta agresión y a sus habitantes. Allí están las principales víctimas. Pero el impacto de la guerra se extiende, bajo otras formas, a todo el mundo.
Es importante que sepamos cómo nos afecta esta guerra. Sus consecuencias ya están en Argentina. Rusia y Ucrania son dos países muy importantes en la producción mundial de cereales. Proveen casi el 30 % de las exportaciones mundiales de trigo y cerca del 80% de las exportaciones de aceite de girasol.
Entonces el conflicto termina afectando al mundo entero, porque afecta a la producción de materias primas, centrales en nuestra alimentación cotidiana. Estoy hablando de la harina, el pan, los fideos y decenas de alimentos que consumimos en nuestra vida cotidiana.
Un dato les permitirá dimensionar la gravedad del problema. La tonelada de trigo costaba, antes del 20 de febrero, el día en que estalló la guerra, menos de 300 dólares. El inicio del conflicto inició un alza inusitada que lo llevó a niveles récords. En la historia mundial nunca el trigo llegó a costar lo que costó en estos días, alcanzando valores superiores a los 400 dólares la tonelada.
El precio interno del trigo que se utiliza para el pan, que se estaba comercializando en torno a los 26.000 / 27.000 pesos por tonelada antes del 20 de febrero, se elevó rápidamente a valores superiores a los 30.000 pesos apenas iniciado el conflicto, y en los últimos días supera los 35.000 pesos por tonelada.
Esto claramente nos afecta y se suma a los muchos problemas que ya tenemos y que ya todos conocemos. Sería absurdo cargar en la guerra la culpa de nuestra inflación. Pero la verdad es que está incidiendo negativamente y causando mayores problemas.
He escuchado decir que la Argentina no debería tener problemas por ser un país productor de alimentos. Ojalá fuera así. Nosotros producimos muchos de los alimentos que consumimos en nuestros hogares. Pero la formación de sus precios no depende, enteramente, de nosotros. Estos se forman en los mercados internacionales, cuyos valores han trepado y lo seguirán haciendo y, consecuentemente, ya están presionando sobre los precios internos.
Como Presidente de la Nación tengo la obligación y la responsabilidad de proteger de esas consecuencias económicas a la mesa de los argentinos. Nuestro objetivo debe ser, por un lado, garantizar la provisión de insumos para que la cadena de abastecimiento se cumpla. Y, por otro, asegurar que los precios de los productos de consumo más relevantes sean accesibles para las familias argentinas.
No voy a permanecer pasivo ante esta situación. No hacer nada tendría consecuencias muy claras: el aumento del trigo haría que aumenten los costos de producción del pan, de los fideos, de la harina que millones de argentinos y argentinas consumen. Y no se trata de aumentos que lamentablemente padecemos debido al desorden macroeconómico que nos tocó afrontar, sino de un impacto que golpearía aún más a los hogares con subas inusitadas en la canasta básica.
He decidido constituir un fondo de estabilización con el objetivo de evitar el traslado de esta suba del precio internacional al precio que pagan los argentinos y argentinas. He instruido a mis ministros para que tomen las medidas necesarias.
Garantizar el pan en la mesa de los argentinos es fundamental y está en el centro de las decisiones que estamos tomando ante esta emergencia. Pero es apenas una parte.
Convocaré desde este lunes a los representantes de los sectores productivos, empresarios, trabajadores formales y de la economía popular, representantes del campo y el comercio, la pequeña y mediana empresa y la sociedad civil a una mesa de acuerdo que nos permita diseñar un mañana en la lucha contra la inflación.