Actualmente, con 36 años, Guadalupe Montiel está viviendo en Louisiana, Estados Unidos, haciendo un postgrado para profundizar su conocimiento en la genética del arroz.
Pero esto es solo un nuevo mojón de un largo y fructífero camino que comenzó en su Corrientes natal, continuó con sus vivencias de campo junto a su familia, siguió en Africa, donde estuvo viviendo casi un año y aún sigue conectada, y ahora tiene su capítulo en Norteamérica.
Esta agrónoma correntina es la protagonista de una nueva entrega de la serie de podcasts ELLAS, en la que comparte sus recuerdos de infancia y adolescencia junto a sus padres, 6 hermanas y 1 hermano varón.
Tuvo la posibilidad de ir a Sierra Leona para ayudar a comunidades locales a producir más arroz, un alimento fundamental en aquel continente y aquel país.
La Fundación a la que aún hoy sigue conectada, se llama WARC, y tiene por objetivo mejorar la producción de alimentos en los países del continente africano.
“Los primeros días en Africa fueron muy difíciles, trabajaba y lloraba, hasta que dije ´basta´, pero no es sencillo, no es para cualquiera”, relata Montiel, que tiene dos hijos. “Me saco el sombrero con mi marido, que tuvo y tiene lo que hay que tener para aguantarse lo que yo he hecho”, completa.
(Dato: la entrevista se desarrolla a las 6 AM hora Argentina y a las 3 AM de Louisiana, Estados Unidos).
– ¿Qué hacés despierta a esta hora? ¿Sos noctámbula?
– (Se ríe) Mirá, te juro que hace mucho tiempo que yo me levanto 4 AM… Hoy un poco más temprano, pero soy de levantarme temprano, estar un rato sola a la mañana, antes que se levanten los chicos para ir a la escuela. Necesito estar sola un rato; funciono muy bien a la mañana y la diferencia horaria con Sierra Leona son seis horas y por eso decidí también arrancar a este horario para todo lo que pueda surgir.
– ¿Cuál es tu historia vinculada al campo y la ruralidad? ¿Qué cosas se te vienen a la cabeza cuando te digo niñez y campo?
– El olor al aromito. Nosotros vivíamos en el campo cuando era chica, éramos dos o tres hermanos en ese momento, después fuimos ocho. Como papá trabajó toda la vida en el campo, él es también agrónomo, todo el verano sí o sí íbamos al campo, también en invierno, entonces hasta de grandes todo el tiempo teníamos vínculo con el campo. A la mañana levantarme con esa humedad que acá en Louisiana es igual que se te empañan los anteojos. Ese olor a tierra mojada. Olor a sudor de caballo… todo ese tipo de cosas se me vienen si pienso en infancia y campo.
– ¡Ocho hermanos! ¿Cómo es crecer en una familia tan grande?
– Yo soy la segunda, tengo 36 años, mi hermana más grande tiene 37 si mal no recuerdo, pero a la más chica, que es María Paz le llevo 20 años. Mamá la tuvo muy de grande. Cuando ella nació no pensaban que era hija de mi mamá, pensaban que era hija nuestra… y a mi mamá le decían que era la abuela… (Se ríe). Somos siete mujeres y un varón. Imaginate… fue y es muy divertido. Las mujeres somos todas gritonas, extrovertidas, excepto la más chica que todavía está en el colegio el resto ya somos todos profesionales. Tenemos una relación excelente de hermanas, cada una con sus particularidades. Hablamos de todo, compartimos todo.
– ¡Lo que debe ser el grupo de whatsapp!
– No sabés… y pobre mi cuñada, la mujer de mi hermano, Victoria, que es muy callada, tranquila, que la adoro. Mi hermano también es tranquilo…
..y no le quedó otra, pobre…
– Y, no. Es divino, pero no le quedó otra que aceptar la locura de sus hermanas.
– ¿Por qué elegiste agronomía?
– La elección tiene una historia profunda. Mi padre siempre incentivó nuestra curiosidad. A él le gusta mucho la genética, En la familia de papá también. El bisabuelo de él era genetista, hizo un semillero en Argentina muy conocido. Mi plan inicial era genética. Pero solamente en ese momento se dictaba en Misiones y no me dejaron ir porque mi hermana más grande estaba en Capital Federal; por eso tuve que estudiar agronomía, que me gustaba, pero yo sabía que tenía genética en mi cabeza.
– ¿Y tenías un plan B?
– Sí, arte. Nada que ver. Porque mi mamá es profesora de arte.
– ¿Descubriste cosas nuevas en la carrera que no sabías de antes?
– Yo sabía bastante porque mi abuelo es agrónomo, mis tíos, mi padre… vengo de una familia que hace mucho trabaja de eso. Producción animal, vegetal, alternativas, mucha química, biología, pero siempre me encantó la carrera. De chica me veía trabajando en algo vinculado a la genética. Haber crecido entre tantos hermanos tenés que ser determinado en lo que hacés. Yo siempre fui decidida, por más que estuviera equivocada. Sabía que en algún momento iba a terminar trabajando en algo vinculado al mejoramiento. Empecé la carrera y ese verano empecé a trabajar en programas de mejoramiento. Me iba a Santa Fe todos los veranos. Y me empecé a involucrar y saber qué era realmente qué era. Aprendí muchísimo y fue lo que me abrió las puertas para todo lo que hice después.
LA EXPERIENCIA DE ÁFRICA
– En ese contexto, ¿tenías en el radar la idea de hacer una experiencia afuera?
– La verdad que no. Nunca se me había ocurrido salir del país. Nunca nadie me lo dijo. Estaba enfocada en terminar la carrera y conseguir un trabajo. Bien generación X. Hasta ahí. Pero tengo una hermana que es bióloga e hizo un doctorado. Empecé a investigar y en el trabajo en el que estaba no se podía. Entonces renuncié. De una. Loca. Pero yo ya conocía el trabajo que estaba haciendo la Fundación WARC en África. Me encantaba. Lo llamé a Jorge (López Menéndez) un agrónomo apasionadísimo que está liderando WARC. Justo empezaba la pandemia. Y cuando se pudo salir del país me fui. Pero, la verdad, nunca me lo había imaginado.
– ¿Y cómo hiciste con la familia, con dos chicos pequeños?
– Fue todo un tema. En Ese momento Juan Diego tenía 8 años y Esteban 4. No podía pensar en llevarlos…
– Tampoco sabías mucho a qué te ibas a enfrentar…
– Muchas cosas vos podés buscar en internet. Pero es imposible que nada de lo que leas te prepare para lo que viví cuando llegué a Africa.
– Cuando llegaste a Tormabum a vivir en una aldea al sur de Sierra Leona, ¿qué cosas te llamaron la atención, cómo vivías, qué cosas aprendiste?
– Primero te impacta la llegada al aeropuerto. Creo que no lo soporta cualquier persona. Se te acerca muchísima gente. Te hablan en distintos idiomas. Te atosigan. Y después, en las ciudades importantes, como Freetown, la capital, el tránsito es tremendo, van todos de un lado para otro, no se respeta nada. Es muy lindo igual. Estás en la costa, el paisaje es hermoso. Pero cuando llegué a Tormabum estuve un día entero llorando. Todo pasaba muy rápido hasta que llegó un momento que me dije: o acepto la realidad o me tengo que ir. Y a mucha gente le pasa eso, entonces sufrís. Porque nosotros somos muy occidentales y esa realidad no la ves nunca. Había chiquitos escarbando el piso buscando cucarachas para comer o caracoles. Y yo, al ser blanca, había niños que se asustaban, lloraban a los gritos como si estuvieran viendo La Pora, como decimos en Corrientes, el lobizón, un fantasma.
– ¿Y qué otras cosas?
– Por ejemplo, ellos no respetan el espacio personal. La intimidad no existe. Una persona puede estar haciendo sus necesidades en frente tuyo mirándote. O yo dormía la siesta y cuando abría un ojo y había gente mirándome por la ventana. Por eso, una cosa es turismo africano, que es divino, y otra cosa es la realidad, que es muy dura. Yo me sentía responsable porque yo estaba ahí para producir más alimentos. Yo seguí, pero hasta ahora me sigue costando lágrimas. Esos chicos podrían ser mis hijos. Es cuestión de nacer en un lugar o en otro.
– ¿Vivías en una choza?
– Yo me mandé a hacer mi propia choza… de jefa (se ríe). Allá los jefes tienen su propia choza. Son lindas. La mía era redonda. Se llama African hats, con baldosas, techo de paja. Tenía las reuniones ahí. Al jefe de la tribu, que es representante del presidente, no le gustaba mucho porque ellos tienen todavía sus costumbres, y el rol de la mujer. Teníamos un generador que prendíamos en algún momento del día. Sacábamos agua de un pozo. El agua para tomar la tratábamos de comprar, porque no hay agua potable.
– Yendo a lo agronómico, ¿si tuvieses que armar un podio de dos o tres cosas que tienen allá que les permitirían producir más, cuáles serían?
– Tienen un ambiente tropical espectacular. Una temporada monzónica, de lluvias, a partir de mayo hasta septiembre, tienen agua también durante la época seca porque hay un río que pasa por ahí, tienen mucho potencial ambiental, suelos con PH de 30 partes por millón (ppm) de fósforo y tienen un potencial enorme para hacer lo que quieras.
– Del otro lado, ¿qué les falta?
– Mucho. Todavía no tengo una conclusión definitiva porque no entiendo por qué. Con todo lo que tienen. Hay lugares en Argentina, como Salta, o en el propio Estados Unidos, como Arizona, Texas, que no tienen nada ambientalmente hablando y se hacen cosas. Allá tienen el ambiente, pero no pasa el progreso. Para mí es muy cultural, ellos hay cosas que no quieren cambiar, algunos no te entienden, es gente que no ha comido durante su vida y su forma de procesar es diferente. Y después tienen toda la parte política. No se pueden usar transgénicos, inclusos arroces que no son transgénicos pero tienen genes de resistencia a herbicidas y no se pueden usar por diferentes licencias. La maleza es un tema muy importante allá. Con ese clima de sol y agua crece todo, lo bueno y lo malo.
– Todo esto siendo esposa y madre de dos niños. ¿Cómo te acompañó tu familia en este camino? ¿Cómo es ser madre y profesional viajera?
– Es muy difícil. Yo no me imaginé que iba a ser así. No lo recomiendo. Tenés que tener lo que hay que tener, porque vas en contra de la sociedad. Siempre fui transgresora, desde chiquita, pero es muy difícil. Porque muchas veces fui yo la única que sustentaba la familia. Imaginate que en Argentina me iba de noche y volvía de noche a mi casa y me ponía a enseñarle a leer a mi hijo y les leía un cuento. Y viajaba meses. Mis hijos siempre me entendieron. Siempre les mostré el lado de la superación de uno mismo. De decir voy a hacer esto y hacerlo. Y sacrificarse por eso. Aún ahora me siguen viendo estudiar. Y lo otro es que la familia tiene que estar muy unida. Estas cosas o te separan o te unen. En mi caso, creo que nos unió. La verdad que mi esposo tengo que decirlo, tuvo lo que había que tener porque no cualquiera se lo banca. Una mujer que sea como yo, súper decidida, mandona, independiente, que se le pone algo y le mete para adelante. No es fácil.
EL CAPÍTULO ESTADOS UNIDOS
– De pronto, en mayo de 2021, te fuiste a Estados Unidos y pasaste de vivir en una choza en la aldea al país más capitalista del planeta. ¿Cómo fue ese cambio drástico?
– Fue y sigue siendo muy difícil porque yo sigo entre las dos realidades, porque sigo trabajando para WARC. Primero que subí de peso porque había bajado 13 kilos en África. Comía todos los días arroz. Nunca una cosa rica. Estaba con deficiencia de todo. Acá, aire acondicionado las 24 horas, que en la choza no teníamos ni electricidad. Los tractores sobredimensionados, todo funciona, se rompe algo y lo arreglan en un segundo. Por suerte siempre estuve muy ocupada siempre, fue todo muy rápido. Después de un año en África yo necesitaba un cambio.
– ¿Qué estás haciendo ahora?
– Estoy haciendo un doctorado en agronomía, pero específicamente en mejoramiento genético de arroz. Con diferentes proyectos. Uno de genética clásica que es mapeo fino de un gen. Muy interesante, después los otros proyectos son más relacionados a técnicas más avanzadas de selección, con modelos estadísticos, que relacionan lo que se ve en el campo y lo que está en el ADN. Vos juntás eso y lo usás como un método para seleccionar a partir de modelos de predicción que se arman con todos esos datos. Me encanta esto. Es lo último que hay en selección. Eso además de las clases, escribir, pappers…
– ¿Qué te gusta de lo que hacés hoy?
– A mí siempre me gustó la forma que tienen acá de resolver los problemas. De ir al grano. Ser prácticos. Se trabaja de 8 AM a 16.
– ¿Cómo te ha ido siendo mujer en el campo? Por lo que se te escucha sos una tromba arrolladora, no creo que te puedan llevar por delante fácilmente…
– Es complicado, difícil. Por eso yo tuve que ser esta tromba arrolladora, porque si no te pasan por encima. Necesitás poner frenos. Yo estuve trabajando embarazada de mi segundo hijo hasta los nueve meses. Un lunes me sentí mal, el jueves lo tuve. Y al mes y medio volví. No tuve maternidad casi con él. Y a muchas mujeres les pasa. Y nadie me dijo, no, quédate. Machismo hay en todos lados. Hay que saber superarlo, enfrentarlo. Me costó, pero me gusta trabajar con hombres, su forma de pensar y resolver.
FUERA DEL SURCO
– Si te pido que elijas un tema musical que te guste, que te identifique. ¿Cuál sería?
– “Don´t let me get me”, de Pink, porque siempre me hace acordar a mí misma, la rebeldía, y no encajar muchas veces en la sociedad. Me identifica bastante este tema.
– ¿Hay algo fuera de tu trabajo en donde busques inspiración o “resetearte”?
– Soy malísima cocinando, soy la peor cebadora de mates que te imagines. Me gusta mucho leer, leo mucha espiritualidad, siempre a la mañana tengo mi tiempo de meditación. Y después pinto. No soy buena pintando, pero es algo que le gusta a mi hijo Juan Diego, el sí es bueno, entonces dibujamos juntos, yo pinto muebles, cuadros, y esa parte artística para mí es un bálsamo porque no tengo nadie que me diga si está bien o mal, ahí soy libre.
– ¿Qué harías si te dan un vale por una semana en algún lado? ¿Dónde te irías?
– Pobres mi hijos… los llevaría pero no… Me iría una semana al campo, a Corrientes, a andar a caballo, tomar mates. Sin computadora ni celular, porque hay muy poca señal ahí. Una semana me vendría muy bien.
– ¿Algún país que te gustaría conocer?
– Me gustaría conocer Europa. Sólo he estado por aeropuertos. Francia. Alemania. Me gustaría.
– ¿Qué tipo de películas o series te gustan?
– Miro mucho cine internacional. Bollywood me gusta (N de la R: usado para la industria cinematográfica en idioma hindú, con sede en Bombay). Y últimamente estuve mirando cine coreano. Miro también mucho novelas románticas, porque son tan obvias que no tenés que pensar y eso me relaja.
– ¿Hay alguna mujer que haya sido modelo o tengas presente?
– Susan McCouch que es la mejor genetista vegetal que existe de los últimos tiempos. Trabaja en la universidad de Cornell en Nueva York. Todos los jueves tengo reunión con ella por otros temas y siempre la quise conocer. Ella es pionera en genética de arroz, estuvo en el proyecto genoma de arroz. Ahora eso parece fácil porque se secuencia el arroz todo el tiempo, pero cuando ella lo hizo no. Es una mujer que admiro mucho como profesional.
– ¿Alguna frase que digas o que te guste para dejar como cierre?
– Sí, una frase que me dijo mi papá cuando tendría tres años, que nunca me olvidé: “Sé rebelde”. No sé si después se puso a pensar lo que me dijo… porque me lo tomé en serio (se ríe), porque lo tomé al pie de la letra. De chica fui rebelde, antes sin causa. Ahora tengo bien definidas mis causas. Ser rebelde ha sido y es mi regla de vida. Jamás voy a hacer todo lo que hacen todos.
MUJERES EN CAMPAÑA
“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.
La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Roxana López, referente de Marketing New Holland Argentina.
Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.
El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó López.
Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.