Si bien en la práctica no existen mercados de competencia perfecta, la gran afluencia de oferentes y demandantes que reúne el mercado de ganados y carnes le confiere características muy próximas a este tipo de equilibrios en los que ningún comprador o vendedor individual ejerce influencia decisiva sobre el precio.
Por esa razón es que, sin intervención alguna por parte del Estado, la forma en que se relacionan oferta y demanda, en un mercado que se caracteriza además por estar altamente atomizado, permite corregir naturalmente los movimientos bruscos o desequilibrios temporales de precio.
Tal como pretende el presidente Javier Milei y su noción de que todos los intercambios comerciales entre privados deben ser libres y sin que el Estado tenga que participar en nada al respecto.
Según el mercado ganadero de Rosario (Rosgan), una prueba de esto es lo que sucedió en las últimas semanas con el precio de la hacienda en pie y su intento de traslado a los valores de la carne vacuna en los mostradores del comercio minorista.
GANADOS Y CARNES: UN MERCADO LIBRE QUE SE AUTOREGULA
Cabe recordar que, tras la devaluación de diciembre, y previo a la Navidad, la carne experimentó un abrupto salto de precios, motivado en gran medida por un traslado de los incrementos de precio registrados por la hacienda en pie, pero también movido por una fuerte especulación inflacionaria en torno a estas fechas.
Días antes de la asunción presidencial, ocurrida el 10 de diciembre, los productores ya habían comenzado a restringir la oferta de ganado ante la expectativa de una inminente corrección monetaria, algo que generó un escenario de menor disponibilidad de hacienda en pleno momento de abastecimiento previo a las fiestas de fin de año.
Posteriormente, tras la devaluación, esta suba se terminó plasmando en precios del novillito trepando a casi los $ 2.000 el kilo; es decir, alzas promedio de hasta el 50% que rápidamente impactaron en los mostradores con subas equivalentes en la semana previa a la Navidad.
¿El resultado? “El emblemático kilo de asado pasaba de valer unos $ 4.000 promedio a rangos de $ 6.000 a más de $ 8.000 el kilo, según la zona y segmento comercial de las distintas bocas de expendio”, recordó el Rosgan.
Sin embargo, en un contexto de fuerte desvalorización del poder adquisitivo producto de la inflación, el consumidor no llegó a convalidar estas subas, restringiendo drásticamente el nivel de compra.
Consecuentemente, el propio mercado terminó retrotrayendo estos valores ante la negativa que experimentaron las ventas.
LA HACIENDA, CON NÚMEROS AJUSTADOS
La consecuencia es que el precio del novillito ahora se ubica en un promedio de $ 1.400, lo que en términos reales significa un valor incluso inferior al que tenía antes de la devaluación.
Para el Rosgan, esto es la muestra de que “es mínimo el margen de maniobra que tiene el productor para especular con mayor o menor retención de hacienda para llegar a afectar los valores de manera sostenida” y que “el productor ganadero es prácticamente tomador de precio en el mercado”.
El precio de la hacienda volvió a caer, pero en el mercado ya hablan de un nuevo piso: $ 1.600
“Ante un freno en el consumo, los compradores retraen su demanda y los valores naturalmente corrigen a la baja. Lo opuesto sucede en momentos de alta expectativa de venta y, por ende, fuerte necesidad de abastecimiento”, explicaron desde el mercado rosarino.
Por tanto, la mayor probabilidad es que, por ahora, los precios “rebajados” después de las últimas subas se mantengan, ya que difícilmente los consumidores convaliden nuevas alzas de precios.
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— Rosgan (@rosgan_bcr) January 8, 2024
Esto, pese a que la hacienda para consumo, aun cuando recuperó mucho valor en el último año, sigue estando con saldo en rojo.
El Rosgan puso como ejemplo que, en el caso del feedlot, aun con valor del ternero mucho más calmo de lo que se vio previo a diciembre, la suba del resto de los costos como alimento, energía y transporte, dejan al engordador un margen negativo de más de $ 55.000 por animal terminado.
MARZO, ¿FECHA CLAVE PARA NUEVAS SUBAS?
La cuestión es que, inevitablemente, en un contexto inflacionario como el actual, la carne va a tener que terminar acoplándose. El dilema es cuándo sucederá y desde el Rosgan estima que marzo es una fecha bisagra.
“En adelante, más allá del número de inflación que termine confirmándose para el mes de diciembre, claro está que ni enero ni febrero serán meses en lo que pueda proyectarse una moderación sustancial de precios. Aún restan muchos costos de insumos y servicios por actualizar, y esto sin duda pesará sobre la inflación real de estos meses”, analizaron desde el mercado.
Pero insistieron en que para muchos bienes como la carne, “la actitud del consumo será determinante, más aún en momentos en los que la demanda por carne vacuna estacionalmente tiende a ceder”.
No obstante, consideraron que “de marzo en adelante, otra será la historia”, porque “por el lado de la oferta, comenzaremos a testear el impacto de la menor producción de terneros que ingresarían al circuito de engorde; y por el lado de la demanda, a medida que las familias retomen su rutina laboral y escolar, esta especie de tregua que se está dando a nivel consumo, debería comenzar a disiparse volviendo la carne ocupar un lugar importante en el presupuesto de compras de las familias”.